miércoles, 5 de septiembre de 2007

MANIFIESTO DE VALORACIÓN Y AUTOESTIMA

MANIFIESTO DE VALORACIÓN Y AUTOESTIMA


FERNANDO UREÑA RIB


Los hijos de la Chingada, en un esfuerzo sobrehumano por superar las arbitrarias condiciones de vida a que hemos sido sometidos durante siglos y dado el descrédito, el estigma y la mala leche con que se nos ha vilipendiado y con que se han pisoteado nuestra honra y nuestros derechos; y debido a la despótica y denigrante bota que nos aplasta, hemos decidido reunirnos aquí en esta noche, bajo la sombra protectora de la Iglesia, para resarcir de una vez por todas esta onerosa injusticia.
A fin de cambiar la falsa percepción que los otros tienen de nosotros, los Hijos de la Chingada, lo que hemos hecho tradicionalmente es optar por la negación. Pero negar que somos unos Hijos de la Chingada no ha valido de nada, compañeros. De nada sirve que rechacemos esa injuria, que se levanten aquí y allá banderas de protesta, o que nuestras voces más cultas señalen los grandes tesoros escondidos en los de nuestra clase. Sin importar lo que digamos, o cómo nos defendamos, siempre nos echarán a la cárcel putrefacta, nos golpearán y nos fustigarán, nos perseguirán, nos matarán y nos obligarán a dispersarnos sin que tengamos derecho ni siquiera a reunirnos, como hoy, en esta Iglesia de los buenos y santos Hijos de Dios. Así que tratarán de apartarnos de los píos y aún si fuéramos beatos, nos señalarán como los lobos en ropa de oveja. Y la razón es esa, la negación.
Así que no debemos negarnos. Tenemos que admitir y asumir esta designación con dignidad, con la frente en alto, con orgullo, con profundo y ceremonial respeto. Debemos empezar por reconocer que todos y cada uno de los seres que habitan esta tierra son también hijos de la Chingada. Debemos entender que la chingada misma es un acto sagrado, maravilloso, elevado y pleno de virtudes teologales provenientes de la más absoluta divinidad universal. Que los que alcanzan, luego de estrenuos avatares, el estatus de Hijo de la Chingada, deben ser coronados de gloria. Señores, hemos realizado un acto heroico, una proeza inenarrable y hemos atravesado los oscuros laberintos de Teseo luego de una húmeda y resbalosa Odisea plagada de monstruos y de peligros mortales.
Los Hijos de la Chingada somos, todos y cada uno de nosotros, líderes innatos. Y en cada uno de nuestros grandes o reducidos círculos, somos caudillos exitosos. Por eso somos maestros de la supervivencia, los verdaderos titanes de la historia, el sostén del planeta y de la humanidad. Sin nosotros ningún cambio es posible. Que nadie se equivoque. Que nadie nos mancille. Porque quien nos insulta con ese blasfemante epíteto no es más que ¡un azaroso, un malparido, un desgraciado y necio, un paria, un odioso, un miserable, un maldito hijo de la Gran Chingada!



- Psss.... Acuérdese que usted está en la Iglesia, mi capitán....




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