martes, 22 de junio de 2010

EL HOMBRECILLO VERDE


Detalle de pintura de Fernando Ureña Rib


Fernando Ureña Rib


Dios visitaba con frecuencia la Tierra a supervisar los trabajos en aquellos días. Créeme, yo sé de esas cosas. Era la época de la gestación, el período del No-Tiempo. Has de saber que si no existía la muerte, ¿qué sentido habría tenido medir el tiempo?

Dios se paseaba por los laboratorios terrenales y se deleitaba conversando con los sabios creadores. Puedes llamarles ángeles, arcángeles, dioses, como quieras. En realidad eran grandes inteligencias personificadas y sumamente laboriosas. Se comunicaban entre sí instantánea y permanentemente. Algunos trabajaban en las profundidades del océano, en los desiertos; otros se ocupaban del aire y de los pájaros. O de la creación de sorprendentes criaturas ínfimas que se arrastran y se esconden en la tierra. Los que trataban con el alimento y la biología de los árboles eran sumamente divertidos.

No todo era perfecto. Se trabajaba bajo el concepto de ensayo y error. Por eso ves animales jorobados, de cuello muy largo o de piernas muy cortas. A Dios le gustaba participar de los ensayos y antes de insuflarles vida él mismo se convertía en rinoceronte, o en canguro o en oso hormiguero. Todos reían. La flora y la fauna proliferaban por todas partes. Era un tiempo feliz.

Te decía, sin embargo, que se trabajaba a fuerza de ensayos y de errores. Era asunto de códigos. Todo es cuestión de códigos. De aliteraciones y paranomasias, de logística, de conjuntos, binomios y fórmulas algebraicas. No es tan complejo. Se repiten ciertos códigos genéticos de una manera y te dan un resultado: Un mono, por ejemplo. Los alteras un poco y tienes un ratón. Pero primero debes saber lo que quieres. Siempre debes saber lo que quieres.

Y Dios sabía lo que quería. Por eso se internaba con los dioses en lo que hoy conocemos como las regiones mayas, las planicies africanas o las selvas amazónicas. De pronto le encontrabas en Siberia o Mongolia hablando de osos polares o de dromedarios, se paseaba por las grandes llanuras americanas montando sobre los bisontes, o divisando águilas y halcones.

Los problemas empezaron luego de la creación del hombre, con el cual Dios estuvo muy contento. Se sustituyó el equipo de inteligencias celestiales que diseñó el sistema anatómico del varón, por otro que dijo tener ideas frescas y distintas para crear la compañera de Adán. La gente no lo sabe, pero Adán permaneció varios siglos en coma, porque los dos equipos no lograban ponerse de acuerdo. Hubo muchas emociones envueltas. Se discutió durante siete siglos el tema del sexo y el amor. El amor, el amor. ¿Traería felicidad o desdicha? Era más complejo que lo que Dios pensaba. En el ínterin hubo muchos errores y estos, al poco tiempo tenían que ser eliminados, sacrificados antes de que pudieran salir del laboratorio.

Algunos experimentos escaparon, sin embargo, aprovechando el descanso de los dioses (quienes a veces dormían interminablemente) y se internaban en los bosques y allí se reproducían clandestinamente. Así surgieron duendes, genios, galipotes, nahuales. Pero cuando la mujer estuvo lista, aquello fue una gran celebración en todo el universo. Dioses de todas partes venían a admirarla. Ella estaba sedada aún por las adormideras y sin embargo ya se la veía resplandecer. Todos se enamoraron y la aclamaron.

Todos aplaudieron, menos yo, El Hombrecillo Verde, quien se quedó olvidado, agazapado, refunfuñando y oculto tras unos anaqueles, muerto de envidia.


Fernando Urena Rib
훼르난도 우레냐 립은
www.latinartmuseum.com
www.latinartmuseum.net
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