martes, 22 de junio de 2010

PARA LLEGAR AL LIMBO


Pintura de Fernando Ureña Rib

FERNANDO UREÑA RIB

Hay tres abismos falsos antes de llegar al Limbo. En el primero suelen caer los políticos y los adictos al poder, porque refulge ya en la distancia gris con la promesa de haber hallado la gloria inmarcesible. A medida que te acercas divisas enormes figuras ecuestres levantando sus espadas y sus lanzas, señalando caminos antagónicos. Este paraje puede infundir confusión crónica, por lo que se recomienda continuar en línea recta y no detenerse a admirar el oropel y las charreteras de los sátrapas y dictadores militares.

En el segundo abismo caen los comerciantes cuyos pecados, aunque menores, son harto frecuentes. Se trata de senderos resbaladizos. Es fácil deslizarse tras el oro que bordea las fuentes y ser tragado por ellas. La prudencia es el único muro de contención.

Hay enormes y suntuosas puertas en el tercer abismo. No entres por ninguna de ellas. Tampoco te dejes atrapar por los símbolos, aparentemente inocuos, en los dinteles. Unos prometen la sabiduría, otros el placer, la castidad, la suculencia o la justicia. Tan pronto atraviesas el umbral caes irremisiblemente en una profunda oscuridad y no verás la luz hasta pasadas dos o tres edades terciarias.

El Limbo verdadero, sin embargo, no tardará en aparecer. Es cierto que el camino es largo y angosto. Tanto, que temerás ser aplastado por las paredes que te apretarán y succionarán a medida que avanzas con dificultad extrema. No des un paso atrás. Jadeante y bajo extrema tensión, llegarás al Limbo que te parecerá la gloria misma. Aquí nada importa ya. Ni las fluctuaciones en la bolsa de valores, ni el asedio criminal de los bancos, ni los desaires amorosos, ni el odio de tus enemigos. No tendrás sentido de pertenencia alguna. Ni a raza, ni a cultura, ni a religión, ni a nación ni a lengua. Te habrás desprendido de todas las cosas, no será necesario pensar y pensar. No será preciso defender nada, ni demostrar lo quien eres, lo que tienes o no tienes, lo que sabes o no...Y sin embargo habrás descubierto el magnífico poder de los sentidos, que irán afinándose hasta saborear cada espectro luminoso, cada clave auditiva. Tu alma se purificará y flotará llena de luz. Estarás en paz.

Fernando Urena Rib
훼르난도 우레냐 립은
www.latinartmuseum.com
www.latinartmuseum.net
www.fundacionurenarib.org

EL HOMBRECILLO VERDE


Detalle de pintura de Fernando Ureña Rib


Fernando Ureña Rib


Dios visitaba con frecuencia la Tierra a supervisar los trabajos en aquellos días. Créeme, yo sé de esas cosas. Era la época de la gestación, el período del No-Tiempo. Has de saber que si no existía la muerte, ¿qué sentido habría tenido medir el tiempo?

Dios se paseaba por los laboratorios terrenales y se deleitaba conversando con los sabios creadores. Puedes llamarles ángeles, arcángeles, dioses, como quieras. En realidad eran grandes inteligencias personificadas y sumamente laboriosas. Se comunicaban entre sí instantánea y permanentemente. Algunos trabajaban en las profundidades del océano, en los desiertos; otros se ocupaban del aire y de los pájaros. O de la creación de sorprendentes criaturas ínfimas que se arrastran y se esconden en la tierra. Los que trataban con el alimento y la biología de los árboles eran sumamente divertidos.

No todo era perfecto. Se trabajaba bajo el concepto de ensayo y error. Por eso ves animales jorobados, de cuello muy largo o de piernas muy cortas. A Dios le gustaba participar de los ensayos y antes de insuflarles vida él mismo se convertía en rinoceronte, o en canguro o en oso hormiguero. Todos reían. La flora y la fauna proliferaban por todas partes. Era un tiempo feliz.

Te decía, sin embargo, que se trabajaba a fuerza de ensayos y de errores. Era asunto de códigos. Todo es cuestión de códigos. De aliteraciones y paranomasias, de logística, de conjuntos, binomios y fórmulas algebraicas. No es tan complejo. Se repiten ciertos códigos genéticos de una manera y te dan un resultado: Un mono, por ejemplo. Los alteras un poco y tienes un ratón. Pero primero debes saber lo que quieres. Siempre debes saber lo que quieres.

Y Dios sabía lo que quería. Por eso se internaba con los dioses en lo que hoy conocemos como las regiones mayas, las planicies africanas o las selvas amazónicas. De pronto le encontrabas en Siberia o Mongolia hablando de osos polares o de dromedarios, se paseaba por las grandes llanuras americanas montando sobre los bisontes, o divisando águilas y halcones.

Los problemas empezaron luego de la creación del hombre, con el cual Dios estuvo muy contento. Se sustituyó el equipo de inteligencias celestiales que diseñó el sistema anatómico del varón, por otro que dijo tener ideas frescas y distintas para crear la compañera de Adán. La gente no lo sabe, pero Adán permaneció varios siglos en coma, porque los dos equipos no lograban ponerse de acuerdo. Hubo muchas emociones envueltas. Se discutió durante siete siglos el tema del sexo y el amor. El amor, el amor. ¿Traería felicidad o desdicha? Era más complejo que lo que Dios pensaba. En el ínterin hubo muchos errores y estos, al poco tiempo tenían que ser eliminados, sacrificados antes de que pudieran salir del laboratorio.

Algunos experimentos escaparon, sin embargo, aprovechando el descanso de los dioses (quienes a veces dormían interminablemente) y se internaban en los bosques y allí se reproducían clandestinamente. Así surgieron duendes, genios, galipotes, nahuales. Pero cuando la mujer estuvo lista, aquello fue una gran celebración en todo el universo. Dioses de todas partes venían a admirarla. Ella estaba sedada aún por las adormideras y sin embargo ya se la veía resplandecer. Todos se enamoraron y la aclamaron.

Todos aplaudieron, menos yo, El Hombrecillo Verde, quien se quedó olvidado, agazapado, refunfuñando y oculto tras unos anaqueles, muerto de envidia.


Fernando Urena Rib
훼르난도 우레냐 립은
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