sábado, 6 de diciembre de 2008

FAUSTINO PÉREZ ENTREVISTA A CLODOMIRO MOQUETE

¿Quién es Clodomiro Moquete?, además de dirigir la revista cultural Vetas y de ser un asiduo paseante de la calle de El Conde de Santo Domingo, tocado con un sombrero de la época de la Gran Depresión.
Soy alguien inicuo y divino. Mucha gente piensa que soy de la región Sur, por mi apellido Moquete. Nací en San Pedro de Macorís el día 28 de julio de 1946, en el hospital del doctor Carl Theodore Georges. Hice mis estudios primarios en el municipio de Ramón Santana (Guaza), donde estudié música con el profesor Vicente Simeoli Castillo y fui miembro de la Banda Municipal de Música, una experiencia inolvidable, y en esos años cambiantes de la pubertad y la adolescencia vine a residir en Santo Domingo. Muy joven, fui testigo de aquel período traumático y fascinante de la historia dominicana que transcurrió a partir de 1961, con el ajusticiamiento de Trujillo, y dio paso al gobierno criminal de Joaquín Balaguer conocido como “de los doce años”, que se inició en 1966.

A partir de 1969 fui maestro de primaria y secundaria, primero en el colegio Profesor Rodríguez, en el barrio de Mejoramiento Social, y luego en el colegio Hostos, en la calle Mercedes de la Ciudad Colonial. Luego fui profesor de educación musical y de ciencias sociales en el liceo Ramón Emilio Jiménez, de Los Mina.

En los primeros años de la década de los setenta viví una experiencia más que interesante. Un grupo muy pequeño de jóvenes formamos un movimiento cultural que denominamos Pueblano. Hacíamos teatro y literatura. La característica más singular de aquel núcleo era su clandestinidad, lo que resultaba realmente insólito. Era “orientado” políticamente por la Línea Roja del Movimiento Revolucionario 14 de Junio a través de Fernando de la Rosa Pimentel, un militante de ese partido político, personaje singular, raro. El Movimiento “Pueblano”, que así se llamaba aquel grupo “clandestino”, inició una serie de actividades artísticas que colidían políticamente con el régimen de turno, el nefasto gobierno de Joaquín Balaguer conocido como el de los “doce años”. Fernando de la Rosa, que no debe ser confundido con el histórico Fernando de la Rosa sindicalista de la Central General de Trabajadores, CGT, había escrito una obrita de teatro titulada “La llamada” o “la mentada”, que se hizo muy popular en los trasfondos y los vericuetos de los barrios marginados de la ciudad, y respondía a la forma irónica de Juan Bosch de denominar la democracia impuesta en esos años por el “imperialismo norteamericano” y el gobierno “títere” de Joaquín Balaguer. Juan Bosch se refería irónicamente a “la llamada democracia representativa” y la obrilla de teatro de Fernando simplemente se titulaba “La llamada”, una denuncia contra el régimen. La obra se hizo tan popular que fue representada a nivel nacional por varios grupos de teatro de la calle y llegó un momento en que el texto resultó cambiado por los grupos y el nombre del autor olvidado, sin modificar la esencia política de la obra. Fernando se enteraba que en tal barrio, en Los Mina, en Villa Duarte, se estaba representando su obra, e incluso en otras ciudades del país, con modificaciones introducidas al calor de los ensayos y los montajes y sin acreditar el nombre del autor, aunque siempre fue llevaba al público con el mismo nombre, “La mentada” o “la llamada”, para referirse a la democracia representativa.

En el Grupo Pueblano participaban, como actores, Nápoles Calderón, Carlos Castro, Fernando Calderón, Rafael Almonte y otros. No había un líder propiamente pero siempre Fernando de la Rosa orientaba políticamente. En 1970 o 1971 organizamos un “laboratorio” que concluyó en una obra sobre la lucha de los trinitarios y la consecución de la Independencia Nacional de 1844. Resultó una obra exitosa montada en el concepto de teatro de calle. La obra era llevada a clubes culturales, sindicatos, escuelas y otros lugares. La representación regularmente no se anunciaba sino que se hacía una especie de improvisación o acaso era anunciada el mismo día, con pocas horas de antelación, con lo que se evadía la represión de la policía.

El Grupo Pueblano incluyó también a otros miembros, con mera vocación literaria, entre los que recuerdo a Carlos Cepeda, que estudiaba comunicación social en la UASD y que luego ha sido un destacado periodista de Santiago; a Tomás Modesto Galán, que luego se destacó como escritor y reside en Nueva York, y a Domingo Hernández. Aunque el grupo respondía políticamente a la Línea Roja del 14 de Junio, sucedió que fue infiltrado por el PACOREDO, en la persona de Domingo Hernández y de otro individuo cuyo nombre no recuerdo. Domingo Hernández jugó un papel inesperado porque pasó a formar parte de la lista de colaboradores de la revista ¡Qué!, orientada políticamente por el PACOREDO. Resultó que Domingo escribió uno que otro artículo en contra de René del Risco Bermúdez, acusándolo de su doble papel político, porque esgrimía posiciones de izquierda y al mismo tiempo era el principal creativo de Retho, una de las principales agencias publicitarias del país que manejaba la cuenta de la Casa Bermúdez. Domingo Hernández denunció en la revista ¡Qué! que el anuncio que decía “Bermúdez, pedacito de Quisqueya”, había sido ideado por René del Risco e hizo una crítica mordaz sobre la ética del escritor en contradicción con la práctica del publicista. René del Risco no soportó la arremetida y respondió públicamente, indudablemente corroído en su noble alma por la mortificación que le producía la crítica, que si bien provenía de un desconocido, como era Domingo Hernández, se hacía pública en una revista que alcanzó mucha difusión y sobre todo tocaba lo que en ese momento de la vida del país se consideraba como un grave problema moral, cual era la militancia izquierdista de un escritor como René y su condición de publicista al servicio “del capitalismo”.

Como ya dije, el movimiento Pueblano estaba dividido en dos grupos, uno dedicado al teatro y otro a la literatura. Habíamos que formábamos parte de los dos sectores, entre los que me encontraba. El grupo de teatro consiguió un lugar muy bueno para los ensayos, el patio del Ateneo Dominicano. En ese tiempo el edificio, las instalaciones físicas del Ateneo Dominicano, estaban prácticamente abandonadas. Era dirigido por Mariano Lebrón Saviñón, a quien nosotros considerábamos un ente repudiable trujillista y balaguerista. Aquel patio estaba aislado y los organismos de seguridad del Estado no vigilaban este tipo de instalaciones, donde no había tradicionalmente agitación política ni actividades contra el gobierno. No sólo ensayábamos a nuestras anchas en el patio del Ateneo, sin ninguna vigilancia, sino que además logramos tener acceso a una riquísima biblioteca que tenía la institución, a la que se podía entrar por una ventana rota. De las distintas dependencias del Ateneo, como oficinas y salones, la biblioteca era la mejor reservada y cuidada, pero nosotros lográbamos entrar y tener acceso a importantes libros de literatura. Teníamos algunos el candor que caracterizaba a los jóvenes de la época y en muchos casos leíamos los libros allí mismo, algunas obras eran retiradas y devueltas a la biblioteca, aunque uno que otro libro fue a parar a nuestros libreros. Me leí una colección interesantísima dedicada a la producción de autores ganadores del Premio Nóbel. Particularmente me impresionó Luigi Pirandello, Premio Nóbel italiano de 1934, con unas novelas cortas fabulosas como “El difunto Matías Pascal” o “Uno, ninguno y cien mil”, pero sobre todo por su teatro maravilloso en que el mismo Pirandello ofrecía normas de actuación para cada personaje.

Solíamos cambiar de lugar para los ensayos de teatro y recuerdo un susto muy grande que recibimos un domingo de 1973 cuando logramos violar una puerta y entrar al liceo Salomé Ureña, en la calle Padre Billini de la Ciudad Colonial. Estábamos en el proceso de escoger el aula en que ensayaríamos y a la espera de que llegaran todos los componentes del grupo, pues faltaban algunos, cuando fuimos alertados en el sentido de que debíamos abandonar inmediatamente el plantel escolar porque la actividad clandestina había sido filtrada a los organismos de seguridad del Estado. Todos salimos corriendo a la calle y una señora abrió las puertas de su casa y permitió que entrásemos. No pasaron cinco minutos cuando varios vehículos con patrullas mixtas de policías, marineros y miembros del Ejército llegaron al lugar y rodearon la cuadra donde está el liceo. Allanaron el recinto y no encontraron a nadie, por supuesto. Al poco rato, pensando que había sido una falsa denuncia, abandonaron el lugar. Salimos uno a uno de la casa de la señora que nos protegió y no volvimos a utilizar esa escuela para los ensayos. Volvimos al abandonado recinto del Ateneo Dominicano.

Hay algo cierto que debo confesar. El presidente del Ateneo Dominicano, el odiado entonces por nosotros Mariano Lebrón Saviñón, sabía de las actividades de nuestro grupo y se hizo de la vista gorda. Era demasiado visible que cinco, seis, siete y hasta diez jóvenes penetraran en aquel recinto sin ser advertidos. La verdad es que en cierto modo éramos prudentes y no ocupábamos las instalaciones regulares, salones y oficinas, sino el patio, que estaba deteriorado y daba paso a otros patios de viviendas vecinas por donde podríamos salir huyendo en caso de persecución de la policía. Nuestra mayor osadía podía ser la revisión de la biblioteca, que nos fascinaba porque era bastante completa aunque, por supuesto, no podía aparecer ninguna obra marxista ni algo que se pareciera. Además de la obra completa de Pirandello y de otros nóbeles me leí una obra que me doblega, “Los hermanos Karamazov”, de Fedor Dostoievski, de quien ya había leído Nietoschka Nezvanova, una novela que puede aparecer como de las del montón de Dostoievski pero que a mí me fascina. También me había leído de este autor Crimen y castigo y también de la biblioteca del Ateneo me leí de Fedor una novela que la casa editorial edita con el nombre de Foma Fomich y que el autor tituló además Stepanchikovo y sus Habitantes, una comedia que además de hilarante hiela los tuétanos y uno se duele... Bueno, Fedor Dostoievski es uno de mis autores favoritos y si no me detengo...

Las reuniones literarias del Grupo pueblano eran celebradas los fines de semana en mi casa, en la segunda planta de un edificio de cuatro apartamentos de la calle Segunda esquina calle 2, del barrio de Mejoramiento Social. En esa Calle Segunda vivía entonces, todavía, Domingo Moreno Jimenes, el excelente poeta del Postumismo, a quien visitábamos con frecuencia. La calle hoy lleva su nombre.

En uno de esos años yo había representado un papel en una obrilla de teatro cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Locución y recibí muy buena crítica de entendidos, lo que me había motivado a inscribirme en la Escuela de Arte Escénico de la Dirección Nacional de Belllas Artes, una dependencia de la Secretaría de Educación. Allí conocí a una pléyade de artistas dominicanos ligados al teatro en aquel momento. El día que fui a inscribirme a la escuela viví una experiencia que me impresionó. En 1970, cuando aquello sucedía, yo era ya un adulto de 24 años, muy joven pero de más edad que la generalidad de los miembros del Grupo Pueblano y que los estudiantes de teatro de la Escuela de Arte Escénico, algunos de los cuales mencionaré. Acudí a un examen de admisión y como sucede en esos casos estaba nervioso. Éramos pocos en una lista. Me llamaron. El examen era practicado por dos profesores, uno de ellos el director de la Escuela, Niní Germán, el otro Rafael Gil Castro. La prueba consistía en una lectura dramática de uno de los diálogos, escogido al azar, de la obra “Crimen y castigo”, precisamente de Fedor Dostoievski. Me preguntaron con ironía si conocía al autor y esa obra. Para sorpresa de Germán y de Gil Castro les dije que sí, que conocía a Dostoievski, es decir, había leído muchos de sus libros. Me interrogaron y narré lo que sabía de la vida del gran escritor ruso. Me preguntaron por la obra cuyo ejemplar tenía Germán en las manos y conté con lujo de detalles el argumento de Crimen y Castigo. Recuerdo que Germán me informó que en esos meses la obra estaba siendo llevada al teatro en algún país. Cuando leí el diálogo que me fue asignado hice el mayor énfasis para darle fuerza dramática.

La calificación de cada uno de los participantes fue publicada la misma tarde. Se calificaba para ser admitidos con una nota mínima de 70, que fue justamente la que me pusieron a mí. No me pareció justa pero me satisfizo al menos que quedaba admitido como estudiante de la Escuela de Arte Escénico de Bellas Artes. Para mi asombro, la calificación de Fernando Cristóferis fue de 90. Era un chico más joven que yo que tomó la prueba después que la mía. No conocía al autor de la novela, Dostoievski, leyó mal el diálogo que le asignaron y estuvo visiblemente nervioso. Pero era alto, blanco, de pelo ensortijado, elegante según el modelo del actor del teatro tradicional. Esa era la diferencia entre él y yo, por eso a él un 90 y a mí un 70... En realidad, en pocos meses Fernando Cristóferis saltó al estrellato y fue un excelente actor dominicano, a quien admiré. Fuimos buenos amigos y siempre recordábamos la anécdota de nuestro examen de admisión. Posteriormente murió.

Recuerdo como estudiantes de la Escuela de Arte Escénico de la Dirección de Bellas Artes a Rossy Vélez, Nápoles Calderón, Lidia Ariza, Nadime Nader, Fernando Calderón, los hermanos Mayra y Jorge Santiago, Geovany Cruz, el señor Lara, cuyo nombre no recuerdo, Domingo Hernández, uno que recuerdo sólo como Roberto, y Ramón Oviedo, homónimo del destacado pintor. Era estudiante de término el que luego fue y es destacado periodista Joseph Cáceres, quien organizó un “laboratorio” que terminó en una obra de teatro que se hizo muy popular, “Tataiba”, de la que también escribió una segunda parte. La escuela tenía tres niveles o cursos. Los alumnos del tercero, por supuesto eran de término de la carrera. Se creó un movimiento que propugnaba por el avance de la escuela, sobre todo en el aspecto moral, y se tomó la decisión de organizar la Asociación de Estudiantes de Arte Escénico (AEAE), atendiendo además a que en Bellas Artes existía una Asociación de Estudiantes de Bellas Artes, que agrupaba a los del área de pintura, dibujo, etcétera. Como yo era uno de los activistas de la escuela fui designado presidente de la Asociación, pero tantos años después admito que yo mismo no sabía lo que tenía entre manos, aunque estaba entre quienes protestaban por los problemas morales que se verificaban allí. Por ejemplo, en ese año vino al país la compañía de teatro española de Alfonso Paso y tan pronto llegaron los actores españoles a Bellas Artes ya cada uno tenía su chica, una estudiante. Visto ahora, después que han pasado los años y con el relajamiento de las costumbres, parece una cosa normal, pero aquello fue lo que se conoce como un despelote. En pasillos, escondrijos, azoteas y donde quiera podían aparecer parejas haciendo el amor. Relatar esto aquí es enojoso porque realmente eran muy pocas las muchachas que se prestaron para ello y no así la mayoría, pero no dejo de recordarlo y de decirlo porque yo mismo hice la denuncia ante la dirección de la Escuela y en las aulas y fui advertido de que tenía que probar la acusación. En verdad las que llegaron al extremo de copular en espacios del Palacio de Bellas Artes con sus nuevos novios españoles eran dos o tres, aunque otras fueron más reservadas y no podía decirse que se dedicaran abiertamente y en Bellas Artes al asunto. A mí se me conminó a demostrar la denuncia, que había hecho en mi calidad de presidente de la Asociación de Estudiantes, dije que estaba dispuesto a declarar lo que sabía ante cualquier autoridad.

Algunos medios de comunicación se enteraron de la situación que se estaba dando en Bellas Artes y acudieron a investigar. Periodistas de varias emisoras de radio hicieron reportajes. Ofrecí declaraciones para más de uno y fueron difundidas a viva voz por Noti-tiempo, de Radio Comercial, Radio Mil Informando y por un noticiario de Radio Continental. Aquello fue escandaloso. En aquel período de la historia dominicana la radio era un medio de comunicación políticamente muy poderoso, de gran penetración.

Lo que había precipitado la situación era la presencia de los actores de la compañía de Alfonso Paso y la putería escandalosa de un grupo de discípulas de la Escuela, pero además la Asociación de Estudiantes de Arte Escénico denunció la mediocridad y la inmoralidad de algunos de los profesores. Además de Niní Germán y Gil Castro, eran profesores de la Escuela Salvador Pérez Martínez (Perita), Lucía Castillo, Narciso González (Narcisazo), Jesús Lizán y Servio Uribe. Seguro que había otros que no recuerdo.

Servio Uribe era considerado como uno de los mejores profesores de la Escuela. Era luminotécnico y su especialidad era la esgrima y la preparación física del actor. Era riguroso. Tenía una clase práctica, a la que había que ir con atuendo para el ejercicio físico, en que era muy fuerte, se decía que demasiado riguroso. Tenía clase teórica en el aula, y también imponía mucha disciplina. En la próxima clase teórica ordenó que me pusiera de pie, me preguntó si yo sostenía la denuncia de que había mediocridad entre los profesores de la Escuela. Dije que sí. Entonces me ordenó que saliera del aula, me expulsó de su clase.

En realidad fui expulsado de la escuela por la Dirección. Con mi expulsión se trataba de frenar el escándalo de la denuncia y se daba una estocada a la Asociación de Estudiantes. La Asociación trató de reaccionar. Otro de los directivos, Fernando Calderón (quien posteriormente se fue a residir a Puerto Rico, y allí vive), propuso declarar una huelga de estudiantes de teatro en protesta por mi expulsión, pero ello no pasó de una propuesta.

En aquellos días la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que había llegado a un acuerdo con el gobierno dominicano, envió un experto en teatro, italiano, el señor Fabio Pacchioni, para mejorar las condiciones de trabajo de la Escuela de Arte Escénico. Pacchioni fue recibido como un intruso por el personal docente de la Escuela. Venía a instruir a los profesores. De los docentes la profesora y excelente actriz Lucía Castillo fue la única que se integró a las actividades del experto extranjero. Aunque Pacchioni fue rechazado tuvo que ser admitido y habilitarle espacio en el palacio de Bellas Artes para iniciar su curso de teatro con el personal que decidiera asistir. Participamos algunos estudiantes, algunos teatristas reconocidos y artistas allegados al teatro y a la crítica de arte. Fui admitido a pesar de que oficialmente ya no era estudiante. Participó Jeovany Cruz, María Castillo, un teatrista de quien sólo recuerdo el apellido, Lara; participaron Nápoles Calderón, Fernando Calderón; los actores ya establecidos Rafael Villalona y Delta Soto y el crítico de arte y escritor León David. Precisamente León David, consultado ahora en el año 2008, asegura que el director teatral venezolano Rómulo Rivas estuvo brevemente en el curso de Pacchioni. Como se sabe, posteriormente Rómulo hizo historia en el teatro dominicano dirigiendo varias obras y formando a grupos de actores que todavía son vanguardia del teatro dominicano, como Manuel Chapuseaux y Nives Santana, del Teatro Gayumba.

La presencia de Fabio Pacchioni fue un escándalo en todos los sentidos. Se informó que era comunista, en un momento (sería en el año de 1971) en que el gobierno “de los doce años” de Joaquín Balaguer se tornaba particularmente represivo. Pacchioni comenzó su curso con participación para todo teatrero ligado a Bellas Artes. Como ya dije, la mayoría de los profesores de teatro se negaron a participar. El curso se inició en algunas aulas con ciertas prácticas totalmente nuevas en el país, de participación colectiva de los actuantes. Luego inició unos ejercicios que fueron escandalosos en el sentido de la palabra porque cada uno de los participantes comenzaba a hablar lo que quisiera en voz baja, iba levantando la voz más, más y más, hasta producir un vocería que estremecía a todo el palacio de Bellas Artes. Los profesores más conservadores entonces rechazaron totalmente la presencia de Pacchioni y se tomó la decisión de aislarlo en un salón de actos que quedaba en una parte central del edificio, para que el escándalo de las voces no se escuchara en la calle.

La segunda parte, después de los ejercicios y de ciertas consideraciones teóricas, fue la decisión de montar una obra de teatro, con un método novedoso. El grupo eligió la novela “El reino de este mundo”, de Alejo Carpentier, que narra la revolución de Haití con lo que se ha dado en llamar en literatura lo real maravilloso. Se hicieron lecturas de grupos y después de varias semanas fue conformándose una historia mítica que se transformaba de una novela a una obra de teatro. Eran fascinantes, realmente, los personajes de Makandal y Ti Noel de la novela de Carpentier llevados a escena. Mi memoria no da para mucho. Sólo recuerdo que la obra estuvo bien avanzada pero no pudo ser llevada al público, se quedó como experimento.

La experiencia con Fabio Pacchioni fue corta, efímera, pero sumamente interesante para los que participamos. A mí, por ejemplo, me permitió actuar conjuntamente con teatristas de la calidad de Delta Soto y Rafael Villalona o con un escritor y crítico como León David, que en ese período de la vida del país era una figura de primer orden en la crítica, sobre todo en la crítica de teatro, en un país donde tradicionalmente ese género literario es muy deficiente.


Radio Teatro

En 1975 fui contratado como libretista para el programa La historia del suceso, que se trasmitía de lunes a viernes, a las dos de la tarde, por la emisora Radio Comercial. El legendario locutor Manuel Antonio Rodríguez (Rodriguito), que producía el programa El suceso de hoy, dramatizado, había fallecido y su hijo tomó la decisión de trasladar su programa a Radio Cristal. En esa situación el dueño de Radio Comercial, José A. Brea Peña, alto dirigente del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, contrató los servicios del actor Danilo Taveras, quien conformó un cuadro dramático con los actores Nápoles Calderón, Rosagilda -Rossy- Vélez, Jeannette Dotel Montes de Oca y July Morales. Así surgió el programa de radio-teatro La historia del suceso, para diferenciarlo del otro en el nombre, que había sido El suceso de hoy.

El programa ya estaba transmitiéndose diariamente pero no tenía libretista. Nápoles Calderón me preguntó si yo podía producir libretos de radio-teatro. Le dije que sí y así comencé a trabajar en La historia del suceso, y como yo había hecho estudios de teatro en Bellas Artes y de locución en la Escuela Nacional de Locución, con Otto Rivera, en el programa no sólo participaba como libretista sino además como actor. Según la crítica, algunos de mis libretos no era malos. Incluso uno de esos textos fue considerado para ser incluido en el repertorio del Grupo Calíope, que dirigía Servio Uribe, una de las organizaciones más prestigiosas de la actividad dramática dominicana de los últimos 50 años.

Estábamos en 1975 y el año siguiente, 1976, se iban a cumplir cien años del fallecimiento del padre de la patria, Juan Pablo Duarte. Tuvimos la idea de producir una radio-novela sobre la vida de Duarte, que se trasmitiera diariamente durante media hora. José Brea Peña, el propietario de Radio Comercial, aprobó el proyecto y cedió un espacio para transmitir el nuevo programa que debía tener una gran audiencia y una importancia extraordinaria. Brea Peña, experto profesional de la radiofonía, puso una condición: que el libreto contara con el visto bueno del Instituto Duartiano. Informé al grupo que para dedicarme a tal proyecto tendría que dejar temporalmente o renunciar a mi trabajo como profesor de educación musical en el liceo Ramón Emilio Jiménez, de Los Mina, por lo que requería un pago mensual equivalente al que devengaba en dicho liceo, que era 192.00 pesos mensuales. Brea Peña dijo que la emisora no podía asumir ese fondo y el grupo, ni se diga.

Danilo Taveras logró algo insólito. Consiguió que Mariano Lebrón Saviñón, que se desempeñaba como médico en el hospital Salvador B. Gautier, expidiera un certificado médico en que se decía que yo estaba incapacitado para trabajar normalmente en el liceo como profesor de educación musical. El certificado médico solicitaba una licencia médica de tres meses. No había “un chele” para comenzar el proyecto pero sin pérdida de tiempo me dirigí al Instituto Duartiano y me entrevisté con su presidente, que era el prestigioso historiador Pedro Troncoso Sánchez. Don Pedro saludó con entusiasmo la iniciativa y me proporcionó, a título de préstamo, la bibliografía mínima, que eran libros sobre la vida de Juan Pablo Duarte. Me dijo que informaría al pleno del Instituto Duartiano la idea de producir una radio-novela sobre la vida de Duarte.

En el grupo de radio-teatro comenzamos a discutir los detalles del proyecto. La idea era que con el patrocinio comercial que se lograría se pudieran cubrir los gastos pero entre tanto habría que iniciar tareas que tenían cierto costo. Se discutió si comenzar a transmitir la radio-novela cuando ya todos los libretos estuvieran escritos, terminados, o si se podía iniciar y seguir escribiéndolos sobre la marcha. Brea Peña, que se encargaría de buscar el patrocinio, es decir, los anuncios comerciales, dijo terminantemente, al grupo, que debían estar terminados todos los libretos, pero a mí, aparte, me dijo que me esforzara lo más que pudiera y avanzara en la redacción, me dijo que a mí me haría un pago especial y que en caso extremo de que no pudiera terminar de escribir los libreros durante los tres meses que tenía para ello el programa iba a comenzar si lo autorizaba Pedro Troncoso Sánchez, del Instituto Duartiano.

Tan pronto recibí mi “licencia médica” y con la ayuda de la bibliografía cedida por Troncoso Sánchez comencé a redactar los libreros, concebidos para un programa radial de media hora. Preparé los 25 primeros programas y los sometí a la consideración de Pedro Troncoso Sánchez. Se había calculado que la radionovela tendría una duración de seis meses, un proyecto realmente largo si se tiene en cuenta que las radionovelas comerciales de entonces duraban apenas tres meses. Tratándose de un tema de tanta trascendencia la idea era que la radionovela podía despertar el interés de un público muy determinado capaz de seguir el asunto durante seis meses. Troncoso Sánchez alabó mi trabajo y lo probó, informándoselo a Brea Peña. Pero el proyecto se fue a pique. Danilo Taveras, que aparentemente tenía contradicciones con Nápoles Calderón y Rossy Vélez, me llamó a mí para plantear la cancelación de aquellos dos. El programa seguiría con Yuly Morales y Jeanette Montes de Oca, sería incluido el actor Víctor Pujols y yo pasaría devengar un salario de 75 pesos mensuales, como los demás, pues el salario mío era de sólo 50 pesos. Para mí aquello era inaceptable porque hubiera sido traicionar a dos profesionales como Nápoles y Rossy, por lo menos en la forma en que lo proponía Danilo Taveras, que pretendía que yo estuviera involucrado en la decisión contra aquéllos dos, que además de que eran mis amigos, fueron quienes me recomendaron para que yo fuera integrado al programa cuando inicié. Además, el programa iba a perder calidad indudablemente. Se iba a prescindir de la mejor voz femenina, que era Rossy Vélez y del mejor actor, como era Nápoles Calderón.

No sólo me negué a traicionar a mis dos amigos sino que además denuncié el propósito de Danilo Taveras y entonces se produjo una crisis en la que tuvo que intervenir José Brea Peña, quien planteó que no era práctica de él prescindir de tres empleados (Nápoles, Rossy y yo) para proteger a uno. Es decir, planteó la salida de Danilo Taveras. Pero Brea Peña, en vez de tomar una decisión, planteó que esa decisión la tomara el grupo y se retiró. Sucedió entonces que el grupo “perdonó” a Danilo Taveras, quien comenzó a lloriquear diciendo que no quería perder su trabajo. Todo siguió como antes pero por poco tiempo porque una o dos semanas después Danilo Taveras decidió cancelar mi contrato de trabajo, sacarme del elenco. Puesto que lo había denunciado fui yo el sacrificado.

Con el tollo creado por Danilo Taveras el proyecto de producir una radio-novela sobre la vida de Juan Pablo Duarte se malogró porque, sencillamente, no aparecía otro libretista capaz de reiniciar un proyecto como ese en las condiciones económicas en que yo lo hacía.

Nápoles Calderón, Rossy Vélez y yo habíamos decidido crear un equipo y producir otros programas de radio. Efectivamente, con la anuencia de Brea Peña iniciamos los domingos en la emisora Radio Visión, también de Brea Peña, de nueve de la mañana hasta el mediodía, el programa “Intervalo”, un espacio eminentemente cultural con invitados especiales, música, lectura de poemas, y otros temas. Recuerdo que había llegado del exilio el pintor Silvano Lora y fue invitado a nuestro programa. Otro invitado que recuerdo fue el folklorista Fradique Lizardo. Hacíamos en ese programa un espacio de radio-teatro y yo tenía una sección de crítica literaria. Además de los tres que producíamos el programa participaba la actriz Karina Noble, que entonces era prácticamente una adolescente. También iniciamos un programa dirigido a público femenino, domingo en la noche por Radio Comercial. Se llamaba “Sólo para mujeres”. Mi participación era como el principal productor. Pero Rossy Vélez y Nápoles Calderón cuestionaron la decisión que se había tomado de cancelarme como libretista de La Historia del Suceso y como no lograran la reposición de mi contrato renunciaron al programa. Las relaciones con Brea Peña se «enfriaron» y las relaciones con sus emisoras concluyeron.

¿Qué estás leyendo en la actualidad y quiénes son tus autores favoritos?

Soy un lector de libros y temas obligados por las características de mi trabajo de editor y periodista. Si me hablas de libros, no soy un buen lector. De niño sin embargo adquirí la disciplina de la lectura en la pequeña biblioteca que había en el edificio del cabildo de mi pueblo, Ramón Santana. Hoy día leo muchísimo pero regularmente colaboraciones que llegan para la revista Vetas, muchísimos cuentos malos, muchísima poesía mala, muchísimo ensayo malo; algunos textos buenos y excelentes y alguna cosa rara y excitante... Hace varias semanas se presentó en mi casa un individuo sospechoso. Estaba nervioso de pie en la puerta, sin saludar. Hube de preguntarle qué deseaba. Me dijo que quería hablar conmigo y no tuve más remedio que pedirle que entrara y se sentara en una butaca. Estaba sudando y su cuerpo se veía estremecido. Me hice el que no tenía miedo y le pedí con firmeza que dijera lo que buscaba. Sacó un legajo de papeles y me dio a leer un pergamino. Era un cuento fabuloso. No sé por qué sentí un miedo terrible. Me dio otra página y leí otro cuento extraído de las entrañas del dolor. Resulta que yo no tenía tiempo porque debía asistir a una diligencia y estaba por decirle que tenía que irme. Pero el sospechoso me dio otro pergamino y la lectura de un relato me estremeció. Me rendí a su dominio y entonces seguí leyendo uno a uno las páginas que me extendía aquel individuo desconocido. Cada texto era una herida. Pensé que había encontrado un fenómeno que iba a estremecer a los lectores de mi revista. Creo que estuve más de tres horas leyendo, olvidado de compromisos que me requerían. Le pregunté su nombre y quién era él. Se puso de pie, me dijo que lo que le interesaba era saber que sus cuentos me habían estremecido, se paró y se fue con su literatura aberrante. Cuando ya estaba en la calle le pedí que me dejara los textos, se sonrió y se marchó. Te puedo decir que ese tipo de lecturas se me ofrecen de vez en cuando. Puede ser un libro como ese, fascinante y que quizá jamás volveré a ver, si quiera publicado. Puede ser un libro malísimo que un amigo me obliga a leer.

Libros ahora mismo estoy leyendo “Manolo”, de Edwin Disla. Tengo de ese libro una lectura crítica diferente a la que conocemos de Diógenes Céspedes. Encontré en una reguera de libros de esas que aparecen en cualquier acera una obra de Vicenta Caamaño de Fernández, titulada “La lengua campesina en la narrativa costumbrista dominicana”. Me parece interesante. Leo poesía, entre otros libros el de Orlando Muñoz, “Entre pétalo y espina”, y leo este libro con curiosidad porque Orlando es muy reservado y cauteloso. Estoy releyendo “El mundo de Melva”, una novela light, muy frívola, de Celio Guerrero. ¿Quién es Celio Guerrero? De repente es un escritor pero todavía no ha sorprendido a nadie, aunque hay que ponerlo en observación. Debido a las tareas que tengo en mi trabajo en el Archivo General de la Nación estoy leyendo una serie de libros que esta entidad ha editado. Leo ahora mismo una compilación que ha hecho Rafael Darío Herrera de textos de Américo Lugo del periódico Patria, que dirigió Lugo. Creo que es una lectura necesaria. El Archivo publicó dos tomos interesantísimos con textos de Alejandro Llenas, el gran intelectual de Santiago del siglo XIX. Llenas es uno de los grandes científicos dominicanos desconocido y la edición de estas dos obras es muy oportuna. La selección de los textos ha sido responsabilidad de Andrés Blanco Díaz. Leyendo los boletines del Archivo de la Nación he encontrado un relato tan crudo como interesante. Invito a los lectores a leer el boletín número 118 del Archivo, de fecha mayo-agosto de 2007, y se pecharán en la página 359 y siguientes con una descripción detallada de la violación de que fue objeto doña Juana de Oviedo y Valdés, nieta de Gonzalo Fernández de Oviedo y biznieta del adelantado Rodrigo de Bastidas, nada menos, violación que se llevó a cabo aquí, en la Casas de Bastidas, en el siglo XVI, de parte del oidor de la Audiencia de México y miembro del Consejo de Indias, Francisco Alonso de Villagra, quien según las normas de la época debió casarse con la chica violada pero él se embarcó sencillamente para México. Es una historia digna de ser recreada por un buen autor de ficción de hoy, como también es buen argumento para llevarlo al cine y al teatro. Leo muchísimo, Faustino. Estoy leyendo una novela de William Mejía, titulada “Estrella”. Leo este libro por el deber que tengo de estar al tanto de la novelística criolla y porque la literatura de William Mejía me deleita. Estoy leyendo...

¿A qué se debió el cambio de contenido y de formato de la revista Vetas?
Hubo cambio de formato mas no de contenido. Vetas es la misma revista, en su propuesta de contenido, que lo fue cuando tenía el formato anterior, denominado tabloide. Si en su presente etapa hay menos palabrotas o menos chismes se debe a las circunstancias. A Balaguer le preguntaron en una ocasión si la visión política de él había cambiado, tras el transcurso de su denominado gobierno de los “doce años”. Creo que fue en la campaña electoral de 1986 y el periodista que hizo la pregunta fue Miguel Franjul. Balaguer respondió que él seguía siendo el mismo y que lo que había variado eran las circunstancias. Te digo lo mismo. El contenido de Vetas responde a un criterio periodístico que no puede cambiar, el que cambia es el país cultural.

Con relación al formato el tabloide era muy poco práctico para una revista de colección. Muchos coleccionistas se quejaban de que no podían colocar en estantes los ejemplares y tenían que proceder a encuadernar, como hiciste tú mismo, Faustino, pues tienes encuadernada la colección en todos los números de dicho formato. El formato actual, siete por 8 y medio pulgadas es muy idóneo, se presta muy bien para guardar en estantes. Es más fácil para la lectura urgente en la calle o en lugares públicos, en autobuses y aviones. Uno de los lectores consuetudinarios de Vetas, Guillermo Sención, protestó cuando se varió el formato, porque prefería el anterior. Una tarde me llamó desde su teléfono celular para decirme que estaba en una cola muy larga en un banco para hacer una transacción y que por suerte andaba con su ejemplar de la revista, que le resultó práctico para leer en esa circunstancia. Cambió de opinión.

¿Crees que Vetas será recordada o que dejará alguna huella?

En tiempos pasados muchos intelectuales utilizaron arcas, que la gente conoce comúnmente como baúles, para guardar documentos y objetos de valor que debían ser preservados. Mi padre, el original Clodomiro Moquete, guardaba libros y documentos en un baúl. Tenía ejemplares de revistas en las que colaboraba como poeta, como era la revista Letras Banilejas. Guardaba ejemplares de libros autobiografiados por autores como Ramón Marrero Aristy, de quien era amigo. Me han dicho que tenía una que otra carta de Gabriela Mistral pues parece que él le había escrito y ella le respondió. Cuando murió mi padre, en 1954, mi hermano Jacobo retiró del baúl algunos de los documentos, como el esquema de un libro sobre los gavilleros y copias de la mayoría de los poemas.

En uno de los primeros años de la década de los años sesenta nosotros vivíamos en el municipio de Ramón Santana. Los mayores de los hermanos habían emigrado a la capital. Al pequeño poblado llegaron brigadas de funcionarios de la secretaría de Salud Pública que procedían a fumigar. Sencillamente ocurrió una tragedia. Aquellos funcionarios sacaron el baúl de mi padre al patio y lo quemaron con todo su contenido. Por suerte que Jacobo había sacado previamente, para estudiarlos, los poemas de mi padre y el esquema del libro sobre los gavilleros. De modo que el contenido del baúl y otros documentos se perdieron para siempre, entre ellos posiblemente su libro sobre los gavilleros.

Cuento las penosas anécdotas porque espero que Vetas será recordada y dejará huellas. Es una revista que en cada uno de sus 83 números contiene revelaciones importantes de autores dominicanos y extranjeros de todas las corrientes del pensamiento y eso es más que una huella. Estoy convencido de que ella es la memoria de un período importante de la historia de la cultura dominicana, que incluye dos décadas, la última del siglo XX, pues inició sus ediciones en 1993, y la primera del siglo XXI porque no nos hemos detenido y ya estamos en 2008.

Con relación a mi experiencia personal una parte gruesa de mi obra literaria está contenida en la colección de Vetas. Llevo publicadas más de cien entrevistas, cuentos, poemas, ensayos, no sé cuántos escritos.

Numerosos investigadores consultan las ediciones de la revista y ella es también recipiente de libros y obras importantes. No sé cuántos libros hemos publicado en la revista Vetas pero te puedo mencionar una obrilla sumamente importante, como es el “Esbozo de la evolución estructural del municipio de Duvergé durante el siglo XX”, un aporte de Roberto Cassá a la corriente histórica que promueve la historia local como fórmula de descentralización de la investigación. Por la extensión, como concepto de investigación y por el contenido, yo lo califico como un libro importante. Otro libro trascendente que publicamos es “Memoria de mi salida de la isla de Santo Domingo el 28 de abril de 1805”, de Gaspar de Arredondo y Pichardo, edición que fue reproducida de la obra “Invasiones haitianas...” de Emilio Rodríguez Demorizi. Ese libro de Arredondo y Pichardo es una obra de una importancia capital porque es el documento que narra con objetividad y entereza el genocidio del ejército de Dessalines en nuestro país en 1805. Puedo mencionar otros libros, como los “Poemas personales” de Tomás Castro, y “Papeles de Clara”, de Alanna Lockward, ambos insertados como separata. Y a propósito de nuestra separata hay varias que tienen tremendo valor histórico, sociológico, literario, y puedo mencionar dos ensayos tuyos, Faustino, cuales son “Los principales ‘laboratorios’ formales de los publicitarios”, editado en Vetas número 18 de abril de 1996, y “Conclusiones psicológicas de la TV: efectos y defectos”, insertado en Vetas número 59, de febrero de 2002.

¿Más libros contenidos en la revista Vetas? Hace dos años Jimmy Hungría publicó “Helados que el tiempo derritió”, que recoge parte importante de sus colaboraciones en esta revista. Ahora mismo, este año de 2008, Jimmy acaba de publicar “Mangos y jubilados”, que también recoge colaboraciones en Vetas. Yo publiqué un libro de cuentos, “Canto de púas” y un libro titulado “Crónicas literarias”; dichos cuentos habían aparecido en Vetas, y dichas crónicas también. En el año 2000 publiqué mi libro “Cada uno Dios, entrevistas a 40 poetas dominicanos”, obra que aparece en catálogos internacionales.

Quiero decir que el señor Miguel D. Mena acaba de publicar en un formato de internet un libro, una antología de las letras dominicanas, toda una obra en la que cita numerosos números de Vetas pero a mí no me cita como autor. Puede haber dos razones para ello, una que yo no soy autor y no llevo nada escrito, la otra que a él no debió gustarle mi artículo titulado “La pcicatriz en la psiquitrilla”, publicado en la edición 79, del año pasado. A propósito de “La pcicatriz en la psiquitrilla”, es parte de una columna que he iniciado en la revista bajo el logo de Psicote, nombre que a mí me güele excelente. Y déjame la palabra güele como güele, sin itálicas y sin comillas, que así jiede mejor. También te puedo decir que Franklin Gutiérrez escribió una obra excelente, un “Diccionario de la Literatura Dominicana”, que utiliza numerosos números de la revista Vetas y además utiliza citándolo varias veces mi libro “Cada uno Dios, entrevistas a 40 poetas dominicanos”, pero en su lista de autores no incluye mi nombre, una mezquindad inconcebible, realmente inexplicable, porque está bien que él esté encojonado conmigo por los motivos que sean, pero no es honesto utilizar la obra de un autor y no reconocerlo como autor.

Mas bien, la pregunta es si creo que Vetas será recordada o dejará alguna huella. He mencionado sólo algunas huellas, entre las que están tus digitales, querido Faustino. Creo que no dejo la revista en un arca como la de mi padre, que tuvo como final el abrazo del fuego. Pero también he visto en estos días una crónica en que unos científicos anuncian que en muy poco tiempo -varios millones de años- el planeta Tierra quedará disuelto atraído por la estrella Sol. Lo muy seguro, ¡ay!, es que mucho antes de eso no estaremos en la memoria del Universo Infinito.

Antes eras cachondamente racista, y ahora te presentas como pro-haitiano, ¿a qué obedece ese cambio?

Una de mis sorpresas en la revista Vetas ha sido la afirmación de muchos que dicen haber leído en ella lo que nunca han leído en ella o decir que la han leído sin haberla leído, como haber confundido el contenido de una revista con la posición política de su editor. Si tu pregunta no es de mala leche, estás entre quienes no saben leer una revista cultural. Sobre mis relaciones con Haití y los haitianos puedo decir que en 1980, 1981 y 1982, fui dirigente nacional del Comité Dominicano de Solidaridad con Haití. Puedo decir que en mi estudio de historia dominicana con el profesor Leoncio Pieter en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, quedé fascinado con la historia de la revolución haitiana. Y pudo decir que la posición mía con relación a este problema es muy sencilla: los haitianos deben estar en Haití y los dominicanos en territorio dominicano.

En el país han existido siempre muy buenas revistas. Durante todo el siglo XX son muy dignas las revistas Blanco y Negro, Bahoruco, Letras, Letra Grande y otras. Lamentablemente hay que decir que la existencia de esas publicaciones ha sido esporádica. En el país no existe un concepto claro sobre lo que es una revista y muchos suelen confundirla con lo que es un libro. Incluso hay gente que cuando se refiere a una revista no dice una revista sino un libro. El libro es regularmente obra de un solo autor. La revista es una plataforma que alberga a varios autores, intelectuales, lectores en general.

Cuando Vetas tenía el formato tabloide muchos se referían a ella como un “periódico”, por el hecho de que tenía el mismo formato de diarios dominicanos como Última Hora o El Nacional. Cuando tuve la oportunidad, en Nueva York, de visitar la librería Moria, encontré que Vetas estaba colocada junto a Última Hora y El Nacional. Le pedí a don Alcibíades Santana, el propietario, que la colocara en otro estante, puesto que no era un diario sino una revista e incluso tenía un precio más elevado que los diarios que él vendía.

En 1994, en el Palacio de la Esquizofrenia (restaurán El Conde), fui a entregar a Francisco Henríquez Vásquez (Chito) un ejemplar de Vetas que estaba circulando y que tenía en la portada a Andrés L. Mateo. Chito Henríquez se puso de todos los colores, me insultó y me dijo que le quitara de la mirada a la figura de Mateo. Un hombre que, como él, había viajado fuera del país y residido en Cuba, no tenía un concepto claro sobre lo que era una revista. Rechazó a Vetas por rechazar a Andrés L. Mateo, con quien tenía diferencias. Tiempo después comprendió su error y fuimos buenos amigos.

Un período muy bueno de la revista Vetas se inició en el año 2005 con la colaboración de Rocío Rodríguez Reyes, una dominicana residente en Madrid. Ella presentó un proyecto para publicar una serie de entrevistas a escritores y artistas haitianos, trabajos que se harían en francés traducidos al español. Ese había sido un proyecto que en Vetas habíamos diseñado diez años antes, en 1995 ó 1996, cuando le hice la propuesta a Guy Alexandre, embajador haitiano en Santo Domingo. En la ocasión no se materializó pero era el mismo concepto, realizar trabajos y entrevistas a intelectuales haitianos, en Haití como fuera de ese país, traducirlos al español y convertir la revista en un instrumento al servicio de la cultura de toda la Isla.

Con Rocío Rodríguez se materializó en el año 2005 y la primera entrevista publicada en francés con traducción al español fue al escritor haitiano Gérard Étienne, exiliado en Canadá. Causó sensación en Santo Domingo y produjo diversas reacciones. En ese número de la revista, además de la entrevista a Étienne, se insertó un trabajo decididamente antidominicano del intelectual newyorkino Ernesto Sagás. Es un ensayo ríspido en que se denuncia la discriminación de los haitianos en Santo Domingo e incluye como un apéndice un decreto inhumano de Joaquín Balaguer que ordenaba la deportación hacia Haití de los ancianos haitianos residentes en los bateyes dominicanos. En la misma edición fue publicado un decreto del gobernador francés de la colonia de Santo Domingo, Luis Ferrand, que ordenaba en 1805 la captura de niños haitianos para ser vendidos como esclavos.

La periodista Consuelo Despradel presentó en su programa de televisión la portada de la revista, en que aparecían las figuras de Gérard Étienne y Ernesto Sagás, denunciando que Vetas se acababa de convertir en un medio prohaitiano en Santo Domingo. Creo que ella no mencionó mi nombre pero sí en otros medios de comunicación y en corrillos literarios se me sindicó como prohaitiano. Es decir, me atribuían a mí, como director y editor de la revista, la responsabilidad de su contenido supuestamente prohaitiano.

Pero en la misma edición de la revista publicamos también un documento horripilante para los dominicanos. Se trata del Diario de Campaña de “Su Majestad” Jean Jacques Dessalines I, documento que narra los horrores de la estadía de ese macabro personaje durante su invasión a esta parte de la isla en 1805. Se me podía acusar como antihaitiano.

En los días que se publicó esa edición estuve en la puesta en circulación de un libro en el Centro Cuesta del Libro y me encontré con Raúl Pérez Peña (Bacho), quien con cara de perro me dijo que él no leía una revista como la que era Vetas, que cuando él quería leer una publicación importante se buscaba periódicos extranjeros de calidad, como El Excelsior de México. Realmente me dejó preocupado. Como en esos momentos había quienes me acusaban de prohaitiano y quienes me señalaban de antihaitiano, no supe en qué campo me ubicaba Raúl Pérez Peña con su cara de perro.

En la edición siguiente de Vetas, el número 75, correspondiente a diciembre de 2005, fue publicada una entrevista y un cuento, también en francés traducidos al español, de la escritora haitiana Geneviève Gaillard-Vanté. Se publicó además una carta, un documento de importancia histórica extraordinaria, escrita por la dominicana Francisca Valerio en 1801, en que narra los horrores y las atrocidades, los crímenes más abominables, ocurridos en Santo Domingo durante la ocupación de Toussaint Louverture, ocupación que ha sido tan loada o tan pasada por alto por prestigiosos historiadores dominicanos.

A mí me gustaría saber por qué se me podía acusar y se me acusaba de pro-haitiano. La revista lo que hacía era dar a conocer a unos escritores haitianos de la actualidad, y dar a conocer detalles de un período horroroso de la historia dominicana muy poco estudiado, que ha querido ser ocultado y que ha sido tergiversado.

Más de un mequetrefe pretendió que Vetas era una revista prohaitiana por lo que estábamos haciendo.

En nuestra edición número 76, correspondiente a mayo de 2006, insertamos una entrevista al escritor haitiano Dominique Batraville, en francés traducida al español, lo mismo que un poema de este autor escrito en creol, también traducido al español.

En esa misma edición insertamos una entrevista al historiador César Herrera que él había concedido a Víctor Grimaldi. El señor Herrera reveló detalles de la matanza de haitianos de 1937 ordenada por Rafael Trujillo, explicando el motivo que tuvo el tirano. En la misma edición insertamos un ensayo del historiador Emilio Rodríguez Demorizi en que detalla las invasiones que desde la época de la colonia se habían producido desde la parte occidental de la Isla, lo que se convirtió en una rutina. Esa edición 76 culmina con una entrevista mía al historiador Bernardo Vega en que acuso a los historiadores dominicanos de la segunda mitad del siglo XX dominicano de adoptar una posición prohaitiana. Cuestiono abiertamente a Bernardo Vega sobre el asunto y luego en los corrillos a mí es que se me acusa de pro haitiano.

No quiero entrar en todos los detalles de las ediciones en que aparecen intelectuales haitianos entrevistados por Rocío Rodríguez -no entrevistados por mí- en trabajos publicados en francés y español, pero sí creo que la parte culminante de mi participación en este asunto, en mi calidad de editor, de director de la revista y de autor de ciertos comentarios, es un breve ensayo que escribo y que publico en la edición número 78, correspondiente a diciembre de 2006, páginas 98 a 101, que titulé “El degüello y secuesto de niños dominicanos en 1805”.

Para mí el genocidio más atroz que se conoce en la historia de la Isla y del área del Caribe fue el de 1805 contra miles de dominicanos. La matanza de haitianos de Trujillo en 1937 le queda chiquita. Jean Jacques Dessalines, cuando se vio obligado a retirarse de territorio dominicano, dio la orden de que su ejército, de más de veinte mil soldados bien armados, se llevaran a territorio haitiano a toda persona que fuera encontrada en el camino. El ejército se dividió en dos, un ala dirigida por el propio Dessalines que se retiró por la región Sur, llevándose preso para Haití a todo el que encontraba en el camino, es decir, por San Cristóbal, Baní, Azua, San Juan y todas las poblaciones, que eran arrastradas hacia Haití para ser eliminadas, con excepción de los negros que demostraran que habían sido esclavos. La otra parte del ejército se retiró por el Norte, un rumbo que debió incluir Cotuí, San Francisco, La Vega, Moca, Santiago... Esta ala del ejército haitiano era dirigida por Henri Christophe (Enrique Cristóbal). Éste carnicero degolló en el cementerio de Santiago a todos los hombres que había detenido, incluyendo 20 sacerdotes, les pegó fuego a las cinco iglesias de Santiago y salió llevándose “como un rebaño” a 249 mujeres, 430 niñas y 318 niños. La orden que había dado Dessalines era que todos los prisioneros que fueran llevados a Haití fueran eliminados allá, pisoteados por recuas de bestias. Ese habrá sido el destino que corrieron las 249 mujeres, las 430 niñas y los 318 niños que fueron llevados desde Santiago. ¿Sabes cómo eran llevados? Es bueno que se sepa que eran llevados como prisioneros y que no eran llevados a caballo o en burro sino a pie.

No debemos olvidar que el carnicero Enrique Cristóbal hizo degollar en el altar de la iglesia de Moca a 40 niños. ¿Quieres que te repita esta información? El general Enrique Cristóbal (Henri Christophe) ordenó degollar en el altar de la iglesia de Moca a cuarenta niños dominicanos. O si lo quieres escrito de otro modo 40 niños dominicanos degollados fueron colocados en el altar de la iglesia de Moca.

Mi artículo “El degüello y secuesto de niños dominicanos en 1805” fue publicado en la revista Vetas y puede ser encontrado en Internet. No voy a resaltar en esta entrevista, como no lo he hecho en la revista Vetas, que por la aparición de ese texto he recibido amenazas de muerte.

Invito a los lectores a consultar mi trabajo, que como ya he dicho fue publicado en la edición número 78 de Vetas, de diciembre de 2006, en las páginas de la 98 a la 101, titulado “El degüello y secuestro de niños dominicanos en 1805”, que además puede ser encontrado en Internet.

Quiero aprovechar esta oportunidad para informar que tengo un libro inédito, que es una recopilación de diversos trabajos, incluyendo algunos míos, titulado “Agresiones, orígenes de las crisis domínico-hiaitianas”. En esa obra se narran las invasiones numerosas y armadas que hemos recibido desde Haití, como también se resalta que desde territorio dominicano no se ha verificado una sola invasión a territorio haitiano.

¿Por qué alguien puede creer que yo, Clodomiro Moquete, soy un prohaitiano?

Como testigo de excepción de la literatura dominicana, ¿piensas que está progresando?
En 1997, 98 ó 99 el escritor Enriquillo Sánchez hizo un desaire a unos cuatro novelistas dominicanos que lo escogieron para que, en un acto público, presentara sus novelas. Fue una “genialidad” de Enriquillo quien, en el pódium, ante el público congregado y ante los cuatro novelistas, leyó un texto en que afirmaba que la novela dominicana no había sido escrita, que no hay una novela dominicana. El escritor Sélvido Candelaria, en un breve ensayo sobre la más reciente novela de Junot Díaz, dice que hace unos cuatro años el escritor Juan Freddy Armando lo convenció de que la gran novela dominicana aún no se había escrito. La opinión generalizada de especialistas y estudiosos es nuestra nulidad en el género novelesco y se ha requetedicho que nuestro fuerte -si tenemos un “fuerte”- es el cuento. Por mi parte lo que sí puedo afirmar es que en los últimos diez años el país ha sido invadido por centenares de novelas, escritas en todas las coordenadas geográficas del país y fuera del país.

Aquí existen unos jediondos (por favor, jediondo, déjalo escrito como lo escribí) que desdicen de la literatura dominicana. Es el muy mencionado pesimismo dominicano. Para ellos la literatura dominicana es mala porque es dominicana. Entre esos jediondos los hay que se están rascando la cabeza para ver cómo pueden negar el carácter dominicano de la literatura dominicana que se está haciendo fuera del país. Y no me refiero sólo a la literatura que se está produciendo en inglés, como es el caso de las obras de Junot Díaz y Julia Álvarez, entre otros, sino además a otros autores, los que están escribiendo fuera del país pero en español. Con el poeta César Sánchez Beras está sucediendo un fenómeno extraordinario. Su obra poética, escrita en español como todo lo que él escribe, está repercutiendo de manera extraordinaria en la comunidad latina en Estados Unidos, además de que está penetrando con fuerza su poesía traducida al inglés. Ahora Junot Díaz acaba de lograr el Premio Pulitzer en Estados Unidos en literatura por su novela «La prodigiosa vida breve de Oscar wao», un acontecimiento literario de extraordinaria importancia que no hay que comentar aquí porque ya se ha hablado bastante.

Con relación a la Feria Internacional del Libro debemos “sincerarnos”, como se dice, y verla desde el punto de vista comercial. Olvídate de la fritanga, el frío-frío, el pica-pollo y los recitales de poesía y otros sabores de ese banquete. Allí lo que se vende es libros y cada año aumenta considerablemente el número de libros dominicanos que se venden allí. Virtudes Uribe y Juan Báez, que siempre se viven quejando de que no se vende, deben confesar la verdad. Existen unos “cazadores” de libros que vienen cada año a la Feria a buscar lo más reciente de la producción dominicana. ¿Y sabes lo que hacen?: Se llevan miles de libros criollos para su distribución por canales muy idóneos en el exterior. Pregúntale a Virtudes cómo se está vendiendo el libro dominicano en las ferias internacionales que son organizadas en distintos países. La Feria Internacional del Libro de Santo Domingo es un gran mercado en que son distribuídos miles de libros que se van al exterior y en que son traídos miles de libros del exterior que se quedan aquí o que aquí repican hacia el exterior como una bola de ping-pong.

Existe una nueva camada de centenares de autores nuevos publicando libros en el país. Las impresoras de calidad no dan a basto. Editora Búho, líder del mercado del libro de ficción y de otras categorías, está convertida en una empresa de una calidad impresionante. Empresas del extranjero, de Puerto Rico y otras latitudes, vienen al país a imprimir sus libros en Editora Búho. Hay un “proyectito” editorial que se llama Ángeles de Fierro que en pocos años se ha convertido en un “proyectón” y lleva editados decenas y decenas de libros, la mayoría de autores nuevos. Isael Pérez, que siempre respira ansiedad, está con una empresa nueva, que recibe el lindo nombre de Santuario, tiene una reciente producción de libros nuevos que comenzó con la promoción de libros de la región Este y se ha comenzado a expandir a nivel nacional. Uno de los libros más recientes que entregó al público Editora Santuario es una obra muy interesante de León David, titulada “El hombre que descubrió la verdad”, cuentos.

El año pasado, el 2007, fue declarado por el Poder Ejecutivo como Año del Libro y la Lectura y si se contabilizan los libros que fueron publicados a propósito de esa iniciativa y por diversos programas del gobierno te quedarías asombrado. La secretaría de Cultura debía contabilizarlos. ¿Cuántos libros publicó el año pasado la Secretaría de Cultura, incluyendo los del sello de la Feria del Libro? ¿Cuántos libros publicó el año pasado la Comisión Permanente de Efemérides Patrias? Fueron muchos. Juan Daniel Balcácer, nuestro historiador, debía contabilizarlos. ¿Cuántos libros publicó el año pasado el Archivo General de la Nación, incluyendo la edición de sus nuevos boletines? Roberto Cassá debía contabilizarlos, y más que Cassá, el responsable directo del programa de ediciones del Archivo, don Dantes Ortiz. ¿Cuáles otras dependencias del gobierno están publicando libros? Averígualo y te darás con varias.

El año pasado, o el anterior, vi un reportaje publicado en Ventana, del Listín Diario, en que refería la crisis de varias librerías que se habían visto en la necesidad de cerrar sus puertas. Era innegable porque fueron ofrecidos nombres y otros detalles. A pesar de ello afirmo que la venta de libros ha ido en aumento. Lo que ha variado son los métodos de comercialización. ¡Donde menos se vende libros es en librerías! Centenares de autores, al año, editan sus libros y los venden ellos mismos.

A propósito de la sección Ventana, del Listín Diario, tengo el informe de que ya no se está editando, lo que es un golpe muy duro del diarismo a la cultura literaria. Como esa sección de ese diario ha realizado un indudable aporte a la promoción del libro dominicano, su desaparición significa un revés para el libro dominicano, y lo es. Pero ello no significa, sin embargo, una disminución del libro criollo, como no lo significa la desaparición de librerías.

Los suplementos culturales y las librerías existen en un procedimiento nuevo en la vida editorial, un procedimiento nuevo que es sumamente importante: la edición digital. Existe un número muy elevado de libros publicados en blogs y otras páginas de internet. Existen cuchumil blogs de autores dominicanos que no pueden imprimir sus libros en papel por los altos costos pero los colocan en internet. Son muchísimos. Si te pones a contarlos te cansarás. Te invito a entrar a un sitio que se llama Cielonaranja, de mi amigo Miguel D. Mena. Ha editado decenas de libros dominicanos y los tiene colocados en un programa que se llama PDF, que es un programa muy versátil y mezquino, porque te permite leer fácilmente en pantalla pero no te permite copiar el texto.

El Archivo General de la Nación está digitalizando todo el contenido de sus depósitos. Millones de documentos. Como parte de ese programa el año pasado hicieron algo que nadie ha resaltado como se debe, aunque yo creo que no lo hicieron como se debe. Editaron en CD las colecciones de los boletines de la Academia Dominicana de la Historia y del mismo Archivo General de la Nación. Una obra de extraordinario valor porque ahora los investigadores tienen en CD la colección completa de cada una de esas dos históricas publicaciones. Lo que no hicieron como se debe es que lo presentaron en el programa conocido como PDF, que no permite que los usuarios puedan copiar los textos. Opino que el Archivo General de la Nación debe editar la colección de los dos boletines pero en un programa que el usuario pueda copiar, advirtiendo que se debe respetar el derecho de propiedad del autor. Ahora mismo yo, como investigador, necesito cierta información que está contenida en algunos números del boletín de la Academia de la Historia. Si el CD me permitiera copiar fuera magnífico, y yo sencillamente colocara entre comillas y aclarara el origen de al fuente. Y creo que Dantes Ortiz y Roberto Cassá deben hacerlo ahora.

La pregunta era si creo que la literatura dominicana está progresando. Está progresando vertiginosamente, igualito que la literatura universal. Hay unos cambios en el soporte, ya los libros no son tanto en papel y cartón, también se suma la informática.

Hay que preguntarse por la nueva generación literaria en el país. Como generación literaria, que es una especie de medida, se tiene como referencia la de los 80 del siglo pasado. ¿Hay una generación literaria de los años 90 del siglo pasado? ¿Hay una generación literaria del siglo XXI? Yo digo que sí aunque esas generaciones no tengan las características que son atribuidas a las generaciones literarias tradicionales. Pero existen centenares de escritores nuevos en el país, si no es que son miles. Están publicando centenares de libros nuevos, si no es que son miles. Los que no están en los anaqueles de las librerías están “guindando” en las páginas webs, en los blogs, pueden ser leídos y son fácilmente leídos. Hace unos años José Rafael Lantigua realizó un estudio sobre la lectura en el país. Creo que se basó en la lectura tradicional en libros y publicaciones en papel. Habría que hacer ahora un nuevo estudio para identificar a la librería virtual, al lector virtual dominicano. Hace unos años el escritor Jimmy Hungría publicó un interesante artículo sobre la producción literaria dominicana en internet. El fenómeno merece una investigación cuyos resultados podrían sorprendernos.

Además de la revista Vetas, ¿a qué otra actividad profesional te dedicas?

Siempre he tratado de buscar una fuente alterna de recursos que satisfaga la poquedad económica de Vetas. Pero no es fácil. En 1995 ó 1996 trabajé brevemente en la revista Rumbo y tuve que renunciar porque me estaba absorbiendo todo el tiempo y no iba a poder editar Vetas. Este año de 2008 he sido contratado como Consultor de Relaciones Públicas por el Archivo General de la Nación y estoy en ejercicio de esa asesoría. Definitivamente tengo un temperamento conflictivo y algunos amigos lo que se han preguntado es qué tiempo duraré trabajando allí, porque lo normal es que no me adapto a ninguna responsabilidad laboral como empleado y termino renunciando. En el Archivo hay ciertas condiciones que permiten a un cimarrón como yo permanecer en el corral. El ambiente de trabajo es excelente, las relaciones personales no podían ser mejores, el jefe máximo, Roberto Cassá, es un intelectual fuera de serie, con un temperamento y un pensamiento de izquierda. Como también es un intelectual que tiene sus complejidades y que tiene conmigo unas relaciones que podrían ser diferentes a como son con otros amigos de él, porque yo me he permitido criticarlo. Creo que Roberto ha entendido, no la crítica que le he hecho, que puede estar equivocada, sino que yo lo haya criticado. Es un individuo muy amplio, democrático, afable en extremo.

Así que me siento muy bien en el Archivo. En las primeras semanas estuve errático en una situación en que me vi envuelto con un funcionario de cuarta categoría. El individuo me dio un boche en un pasillo del edificio porque yo no actué según las normas de su departamento en una incursión que hube de tener allí, en su departamento. Me abochornó. Yo no acepto boches de nadie. Preparé un “oficio”, una nota, y se la envié, rechazando su forma de tratar un asunto laboral en una entidad donde se respira armonía. El carajo vino de allá para acá con un escrito insolente, totalmente irrespetuoso. Mi error fue de procedimiento porque yo me dirigí a ese tipo en vez de acudir a una instancia superior. Me dijeron que, realmente, ese individuo tiene mal carácter, es sicorrígido y contrasta con la camaradería que se respira allí. La excepción que siempre aparece. Es el “tátara”. En el barrio donde vivo le dicen “tátara” al exagerado, al que se pasa de bruto. Tátara burro.

Es evidente que has perdido el sentido del humor, ¿te sientes viejo?, ¿qué te pasa?
El sentido del humor es imperdible y es dual. Es dual porque tiene dos posibilidades, el buen humor y el mal humor. No creo haber perdido el buen humor y los lectores de la revista te pueden desmentir. Creo haber encontrado el mal humor y actualmente estoy encojonado. De manera que mal podría perder el sentido del humor.

No soy yo el único que está de mal humor. Hay un infeliz que se llama Dios a quien se lo está llevando el Diablo. Los medios de comunicación han sido tomados por los genuflexos. La producción de televisión se hace de rodillas ante ese desdichado que se llama Dios, que debe estar harto de esta maldita vaina. El genial Juan Luis Guerra doblega su producción y contamina su repertorio con unos cánticos religiosos de mal gusto que dañan su trayectoria. Sus canciones “Las avispas”, “Testimonio”, “Para ti” y “Tan solo he venido” entre otras de su producción religiosa, y la que escuchábamos hace muchos años conocida como “Satanás no podrá vencer”, son exactamente lo mismo: un bodorrio, una pejiguera. Por suerte que ese artista, gloria del país, borró toda esa porquería -cantaleta de beatas- con una composición que lo ha rescatado: “La llave de mi corazón”. Por ahora.

El año pasado Freddy Beras Goico fue inducido a decir públicamente que fue Dios quien lo recuperó de un grave problema de salud que nos tenía a todos preocupados. El esfuerzo extraordinario que hizo la ciencia en el caso de su tratamiento quedó relegado. Dios debe estar echando pestes debido a que todo se lo atribuyen. No sé si Freddy Beras está entre quienes van todos los días a hincarse en un templo. El periodista Euri Cabral salió ileso de un atentado a balazos y se entregó en los brazos del Señor, como si ello fuera una solución. Doblegado. El humorista Felipe Polanco, conocido como Boruga, ha buscado el refugio de Dios porque él no es capaz de solucionar por sí mismo su problema. Son muchísimos los artistas populares que están desperdigados, o mejor dicho, arrepentidos en iglesias que curiosamente no son la Católica, Apostólica y Romana, lo que debe tener muy preocupado al papa Nicolás de Jesús López Rodríguez. Una de las gracias del arte popular dominicano, Jossie Esteban, que nos hacía vibrar con su “Patrulla 15”, está extraviado cantándole al Todopoderoso. Debía formarse un comité de rescate de Jossie Esteban para arrebatárselo a Dios y reponerlo en el sitio que le corresponde, para desbaratarnos bailando hasta el amanecer.

Hace uno o dos años el señor Fidel Munnigh hubo de escribir un artículo contundente sobre los intelectuales y el poder. El texto estremeció la conciencia de muchos y fue muy favorablemente comentado en corrillos, pero cobardemente no fue comentado en los medios convencionales de comunicación. Invito a los lectores a buscarlo y leerlo. No es difícil encontrar ese texto en internet. A nivel mundial, el debate sobre el compromiso de los intelectuales ha estado en escasos canales. A nivel internacional, hace unos tres o cuatro años el tema provocó una serie de artículos muy interesantes en la página Rebelión.org, en que participaron articulistas cotidianos de ese medio y uno que otro escritor de izquierda, tal Ignacio Ramonet, director del periódico francés Le Monde Diplomatique, o el escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura. En el patio, aquí, son pocos los que tienen los cojones de Fidel Munnigh, e insisto en que su artículo sea leído. Aquí la mayoría de los escritores “establecidos” en vez de adherirse a las denuncias de los males del país están en una campaña soterrada para alcanzar el Premio Nacional de Literatura.

Así como existe el conocido «ojo» del ciclón o huracán, así estamos en el centro mismo del reflujo que afecta a la humanidad en el plano político e ideológico y debemos repetir, para recordarlo, que se fue a pique la Unión Soviética, fue derribado el muro de Berlín, el comunismo como doctrina política está desacreditado. Hace veinte y tantos años el poder de convocatoria era de la izquierda y de los liberales, los clubes culturales dominaban la agenda de los barrios populares, los denominados «frentes de masas» eran determinantes, las asociaciones profesionales, los sindicatos profesionales, los clubes populares. Ahora predomina el conservadurismo, que se impone en todos los niveles de los grupos sociales, y las iglesias, todas las iglesias, tienen tal poder de convocatoria que en sus templos no cabe más gente. Hace varios años que quiero hacer un estudio sobre la gran diversidad y cantidad de otros «templos» que convoca a mucha gente para la meditación. Los retiros de fines de semana son masivos.

Ha ganado terreno en el país de manera alarmante el vudú dominicano, las convocatorias de priyés y manís. Me han dicho que hay templos dedicados a los luás más reconocidos, tales como Candelo, Anaísa, Belié Belcán y otros. Conozco, de primera mano, historias desnudas e increíbles. Te voy a contar lo que sucedió en el año 2004. Entonces estaba en su apogeo el Movimiento Cultural Erranticista, que mucha gente de la ciudad colonial de Santo Domingo y de otras partes conoce. El líder del Erranticismo es un joven que en el barrio es conocido como Pipen. No conozco cuál es su nombre de pila ni conozco sus apellidos. ¿Quién no lo conoce? Todo el mundo lo conoce por su nombre artístico: Glaem Parls, quien el año pasado participó con una presentación en un escenario para jevitos en la Feria del Libro. Te voy a contar lo que sucedió en el año 2004. Una de las escritoras más destacadas del Movimiento Erranticista se inició en una de las 21 divisiones del vudú, en que predomina, como es normal, un luá. No voy a decir el nombre de la escritora aunque debía hacerlo. Ella es una colaboradora de la revista Vetas. La iniciación de ella como adoradora de ese santo o luá fue toda una fiesta organizada por su familia. Una fiesta de apaga y vámonos. Asistieron todos los miembros del Movimiento Erranticista. Cuando la fiesta se terminó y la joven ya había sido iniciada, por su propia familia, cada quien se dirigió a su casa. Un grupo de jóvenes de los que salieron de la fiesta abordó un vehículo, creo que una camioneta, y no sé a qué salió por las calles, reitero que de madrugada. El caso es que se produjo un fatal accidente en que dos o tres de los jóvenes resultaron gravemente heridos y fueron llevados a un hospital. Uno de esos jóvenes era un prometedor actor y poeta conocido como Ricardo Billini y que utilizaba el seudónimo de «La cucaracha aplastada». Ricardo Billini había estado en México donde habría hecho teatro. Aquí era miembro del Teatro Orgánico, elenco adscrito a Casa de Teatro dirigido por Ángel Haché. Lo conocí. Para mí era una promesa. Como poeta era tremendista pero como artista era innovador y como actor se podía esperar mucho de él. Un muchacho apenas, de poco más de veinte años. Murió en el hospital a consecuencia del accidente que había ocurrido.

Lo que se dijo entonces fue que murió porque en el acto vuduísta al que asistió no hubo un sacrificio y el dios que había sido invocado lo eligió a él como víctima propiciatoria. En los últimos dos o tres años el Movimiento Erranticista ha celebrado un festival los días del 26 al 30 de diciembre en el parque que se dice es propiedad de Freddy Ginebra, situado en la calle Padre Billini esquina Arzobispo Meriño, donde hay un parqueo público. El festival, que está programado para ser celebrado cada año, es denominado «La cucaracha aplastada», en honor a Ricardo Billini. He narrado lo que sucedió en 2004.

Glaem Parls, o Pipen, el líder del Movimiento Erranticista, es un joven apátrida que adjura de los símbolos nacionales y siente gran fervor por el vecino país de Haití. He conversado con él o lo he escuchado hablar del tema. Cree en el vudú haitiano, es decir, en a brujería de los vuduístas haitianos. Siente gran temor porque cree que los vuduístas haitianos tienen muchos poderes. Él invita al país a líderes históricos del vudú haitiano, a brujos y a otros haitianos. Y cree lo que ellos dicen. A mí me dijo él una noche, en el parque Duarte, que en días que se aproximaban entonces habría una visita de haitianos a dicho parque Duarte, el que está frente al Templo de los Dominicos, entre las calles Duarte, Padre Billini y Hostos. A mí me dijo él esa noche, en tono dramático, que en aquellos próximos días iba a brotar «una cosa», una «vaina» que había enterrada en ese parque, una cosa sobrenatural que se iba a producir por la presencia de los brujos haitianos. No pude controlarme, me encolericé y lo increpé severamente.

El Movimiento Erranticista, que ya es tan conocido en Santo Domingo, es eso que estoy narrando, es un grupo de jóvenes sin orientación ideológica que no sea al ignorancia del vudú. Imagínate que el líder del grupo es Glaem Parls o Pipen, una persona por la que siento una gran amistad y mucha compasión. Lástima siento por Pipen. Él tiene un gran carisma pero está desviado. Yo hubiera podido conducirlo pero cuando llegué al Movimiento Erranticista ya su formación ideológica era una realidad.

Algunos de los jóvenes que asisten al festival «La cucaracha aplastada» extrañan mi ausencia y me han requerido que participe y que participe la revista Vetas. Me he negado a participar en esa actividad y me he negado que participe la revista. Tampoco participo en las actividades que todavía organiza el Movimiento Erranticista. Estoy en desacuerdo con la práctica política, antinacional, de Glaem Parls (Pipen). Grupos de izquierda sí participan en el Festival La cucaracha aplastada.

Con relación a la izquierda dominicana, esa izquierda hace mucho que perdió el redil ideológico y los problemas fundamentales de la filosofía no se debaten. Asistimos a la vergüenza de comunistas y ex comunistas que rechazan o evaden el ateísmo. Lo que acabo de escribir es la palabra ateísmo. El ex “comunista” Fafa Taveras aclaró “bien aclarado” que él no era ateo, que cree en Dios. Ramón Almánzar, que supuestamente tiene una posición de izquierda, ha resaltado, con mucho ahínco, que él fue monaguillo, para aclarar que él es de los que se arrodillan ante el Señor Todopoderoso. Otros izquierdistas que andan por ahí cogiéndolo suave evaden a como dé lugar el tema. El ateísmo es una malapalabra, es el anatema, una maldición, una condena. ¡Todavía!

A mí, mi confesión de ateo me ha traído graves dificultades. Quiero aclararte que cuando estaba antes “de buen humor”, según tu pregunta, era ateo. Ahora que estoy de mal humor, sigo siéndolo. He cometido graves errores y atravesado por muy tormentosas dificultades, pero no tengo que “arrepentirme” y cuando he tenido que excusarme y pedir perdón lo he hecho ante quien creo haber ofendido. Y jamás he ofendido a Dios, porque Él no tiene nada que ver con esta vaina. La condena pública y zahiriente que cae contra quien ose declararse ateo no roza en modo alguno a ciertos sacerdotes jesuitas y de otras órdenes que -se sabe- en sus estudios concluyen en el ateísmo como única explicación de la realidad. Hay que preguntarse seriamente si Nicolás de Jesús López Rodríguez no será ateo.

Hay muchísimo que hablar sobre este tema. Sólo quiero agregar que el buen humor sigue caracterizando a la revista Vetas, que algunas veces, y cada vez más, es y será tocada por el mal humor, el de la denuncia.

Ah, como mencioné al papa, quiero aprovechar para denunciar que él tiene prohibido tocar música de atabales en la Ciudad Colonial. ¿Tú lo sabías? Se debe, sin duda de ninguna clase, a que esa expresión cultural -la música de atabales- es de negros de origen africanos, ¡che!

Me preguntas además si me siendo viejo. Mi maestra de quinto y sexto cursos de la educación primaria, Paulina Reina de Núñez (Pabín), una excelente pedagoga, en la década de los años cincuenta del siglo pasado, nos habló, a sus discípulos, sobre los tiempos extraordinarios que se aproximaban, incluyendo el inicio de un nuevo milenio cuando concluyera el siglo XX. Eso fue algo que llamó poderosamente mi atención y saqué cuenta que en el año 2000 tendría 54 años de edad, y el siguiente, el año 2001, ya iniciado el siglo XXI, alcanzaría los 55 años edad. Me dije a mí mismo que si llegaba a esos términos sería una meta vital suficiente para una persona. Así que en los años 2000 y 2001 alcancé la meta pero ahora me he metido en un berengenal. He cumplido los 61 y alcanzaré los 62 años de edad en julio próximo, casi ya. Un ancianito que se llama Federico Jovine Bermúdez me dijo hace poco que la Organización Mundial de la Salud considera que un hombre comienza a ser considerado anciano cuando llega a los 60 años de edad.

Cuando he subido a estos andamios no estaba psíquicamente preparado para admitir que soy un viejo. Pero ya en la fragilidad de estas alturas no necesito unos espejos para verme. A mi alrededor, una partía de ancianos se alisan las arrugas, se tiñen los cabellos y se esconden en cosméticos ridículos. Hace poco un viejito que se llama Lipe Collado se burló de mí cuando le dije que me considero un viejo. Hace poco una muchachona me preguntó si no pensaba teñirme las barbas que me estoy dejando crecer. Creo que es un privilegio exhibir mis barbas blancas. Le dije a la muchachona que teñiré de blanco algunas hebras negras que todavía persisten.

Antes que poses, tintes y cosméticos, prefiero persistir en el gusto por lo nuevo, en una actitud positiva hacia la revolucionaria eficacia de lo que se levanta. Admiro muy mucho a un escritor muy controversial pero muy revolucionario como lo fue Manuel Rueda, a quien tuve el privilegio de entrevistar para la revista Vetas. Me dijo estas palabras: “No me siento viejo. Tengo los años de un viejo pero no tengo el espíritu ni la mente de un viejo, no. Estoy empezando a andar por el mundo, tengo 76 años y me siento que estoy descubriendo. Cuando abro la puerta de mi casa por la mañana me tropiezo con un mundo nuevo totalmente y empiezo a vivir. Todavía estoy empezando a vivir”.

Dices en tu pregunta que es evidente que he perdido el sentido del humor. Falso. Me preguntas si me siento viejo. Te respondo que sí, me siento viejo. Me preguntas qué me sucede. Te voy a responder que se me agudiza otro sentido, se me está agudizando el sentido del encojonamiento. Estoy viendo una caterva de ancianos que andan acicalados y de muchachos que andan encorvados, ajenos a lo que está sucediendo, comiendo mierda mientras se impone el conservadurismo más turbio.

¿Jubilaste ya a María Eugenia Vidal? / ¿Te cancelaron a los “embajadores” que nombraste? / ¿Le limpiaron la “mierda de gato” al poeta que borraste?
María Eugenia Vidal es una socióloga de la región Este del país que inició una columna en los primeros números de la revista Vetas, que era una receta culinaria salpicada de temas eróticos. Ella tiene una academia de relaciones sexuales en San Pedro de Macorís y hace las prácticas en un sitio que se llama Los cuatro caminos. Eso responde la primera parte de tu pregunta.

Solamente nombré a un “embajador”, al escritor René Rodríguez Soriano. Voy a narrar muy brevemente la anécdota. René rene-gó de la revista Vetas después que se había comprometido. A mí me molestó la manera como lo hizo y puse un anuncio en la revista diciendo que él había sido nombrado Embajador Extraordionario y Plenipotenciario en Nonroma, Kuazulú. Ese sitio, Nonroma, Kuazulú, es una región remota e inhóspita de África y a René, que tiene cierto complejo racial, le disgustó muchísimo el asunto, y yo lo gocé. Para mí fue una sencilla broma sin importancia. Aquello sucedió en 1995 y puedo decir que varios años después, incómodo por algo que le hicieron y no le gustó, le dijo muy molesto a sus amigos Maritza Álvarez y Jimmy Hungría que “es más, yo estoy donde me mandó la revista Vetas, en Nonroma, Kuazulú”. O sea, que él terminó asumiento el asunto como una broma de buen gusto o sin importancia.

Con relación a “si le limpiaron la ‘mierda de gato’ al poeta que borré”, según tu pregunta, debo también contar la anécdota, para que el lector quede situado. Resultó que Adrián Javier me entregó una colaboración para la revista y cuando ya Vetas estaba en impresión él me anunció que el texto iba a ser publicado en el Listín Diario, donde aparecería primero que en Vetas. Me molestó muchísimo la falta de respeto, detuve la edición, cambié el artículo por otro inédito, de otro autor, e inserté una nota diciendo que Javier quedaba borrado con mierda de gato en la revista Vetas.

Pero resulta que luego yo desborré a Javier y en nuestra edición número 35 aparecieron unos poemas de él con una nota mía, que me voy a permitir reproducir aquí. La nota fue la siguiente:

Adrián Javier desborrado

Con un estropajo le estrujamos todo su cuerpo, por dentro y por fuera. Luego nos procuramos una esponja noruega capturada por Natil Al Quilado en los mares imposibles del centro de África y se la aplicamos por todo el cuerpo negro. No dijo ni pío. Entonces usamos jabón de cuaba. Y mira que la cuaba arde y fue cuaba en incendio. También usamos jabón bola azul, que se desintegró. La mierda de gato es una cosa del carajo. Lo restregamos con Omo y un estropajo metálico. Le echamos Ace, Limpiol, Hispano, Ariel, Candado, Salvavida, Para Mi, Sulfatiasol, Arrasacontó, ácido muriático, ácido un placer, ácido del Diablo. No había forma. Le echamos gas del morao, creolina, aguarrás, legía. Después de muchos baños, para constatar si estaba limpio, buscamos al Güeledor de la Hacienda Fundación* y no lo soportó. Le dimos un baño de sol, un baño de oro, un baño de plata, un baño turko, un baño de mármol, un baño de vapor, un baño en Alhama, otro en Thermas, un baño de María, un baño de asiento, y nada. El agüista Faustino Pérez lo llevó varias veces a Boca Chica en domingo. Nada. Lo llevamos a la laguna de Gri-grí, a los balnearios de La Toma, La Matica, Palenque, Juan Dolio... Lo lavamos con arena de las dunas de Baní, lo lavamos con agua bendita, con aguamanil, con aguardiente, con agüita de sal, con agua lluvia, con aguaita, con agua de colonia; le dimos con las tejas de un tejado de baño, lo bañamos con aguacate, lo bañamos en un aguacero, con aguacal, con aguacha, con aguachil, con aguamala, con aguaje, con aguamarina, con aguamansa, con aguanieve, con aguaverde, con aguapié, con aguafiesta; lo dejamos caer de un tejado de dos aguas, lo sumergimos en ácido nítrido diluido, lo bañamos en agua regia, le dimos un baño sauna. Nada. Por fin alguien que no soportaba el hedor de mierda de gato contrató al señor Grenouille, con el permiso del señor Patrick Susskind, y el señor Grenouille preparó un perfume especial que le quitaba todo mal olor, pero advirtió que la borradura anterior fue tan fuerte que el nuevo perfume estaba garantizado por pocos números de Vetas, dependiendo de la conducta del poeta.

*En la Hacienda Fundación, finca del Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina, Primer Maestro, Padre de la Iglesia, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, ese Hijo de la Gran Puta, había potreros con miles de vacas y establos para el achico y ordeño. Cuando después del ordeño general los bidones de leche estaban llenos y dispuestos para la refrigeración, un especialista se dedicaba a oler el contenido de cada bidón para verificar que ninguno tenía la leche cortada, debido a que el contenido de cada bidón iba a un contenedor mayor que recibía la leche de decenas de bidones. Si un bidón con la leche cortada era echado a ese contenedor, toda la leche de dicho contenedor se cortaba. “El güeledor”, como le decían en la hacienda, pues, debía tener fino olfato. Pero contratado el güeledor para oler al poeta después de todos los baños, no soportó el olor a mierda de gato y salió huyendo.

Espero, Faustino, que estés satisfecho de la respuesta.

¿Quién ha sido el escritor que más veces ha caído en desgracia en Vetas y que después haya sido rehabilitado?

Para responder adecuadamente debo mencionar a los escritores que “han caído en desgracia”, según tu pregunta, para entonces determinar cuál es el que más veces lo ha sido y luego rehabilitado. Parecería que Vetas es como un partido político cuyo líder máximo o gurú sería yo. Tamaña vaina. Pero no, porque normalmente la que ha caído en desgracia ha sido la revista. ¿Cuántas veces tú, Faustino Pérez, te pusiste “enemiguito” y dejaste de entregarnos colaboraciones? Yo recuerdo al menos tres. La primera alrededor de 1995, no recuerdo el motivo, la segunda creo que fue en el 98 y el motivo fue un escrito injurioso que escribiste contra Alberto Bass y que yo cometí el error de publicar. La tercera fue creo en 2003 por $200 y no quiero entrar en detalles porque esa tercera retirada tuya por la suma envuelta de doscientos pesos debe ser motivo de un trabajo aparte. Será un trabajo para joderte y te lo prometo. Tienes una ventaja muy grande con relación a los otros ante los que caemos en desgracia y es la amplitud de tu criterio sobre lo que es la literatura “del joder” y lo que son sus ocurrencias “sucias”. Cuando tú y yo estuvimos enemiguitos por lo de Bass te escribí un acróstico virulento del que nunca te has quejado (todavía). Son unos versos muy duros y aunque algunas personas que tienen mucha influencia en la revista los criticaron acremente todavía hoy los voy a repetir, es decir, a incluir aquí, para que los conozcan los que no los conocían (y para joderte un poco). Reitero que es un acróstico y los versos son los siguientes (el título está formado por las letras de tu nombre y apellido, cambiadas de orden):

Tifo Suapér Zen

¡Fo!, díjole Alberto: ¡Bah (S )!
Al que lo hirió con ímpetu malsano.
Ulcerar puedes tú el género humano.
Satanás sea contigo, eres heces,
Traidor, hijo de la gran puta,
Ictericiado, nigua, chinche, pus,
Noli me tangere, ¡cuz, cuz!

¡Oh tú, perrito viraluta!
ant sucio. Guabá. Pendejo
En el circuido del esfínter
Réquete anal. El entrecejo
Engusanado, ¡che! Míster
Zamborondón. He
Pdiondejo.


Si son tres las ocasiones en que pusiste en desgracia a Vetas entonces le ganas a Alexis Peña, quien ha estado retirado de Vetas en dos ocasiones, y las dos veces no fue él quien cayó en desgracia sino la revista con relación a él. Por la respuesta que hemos dado -que he dado- parecería que quien cayó en desgracia fue Alexis, pero realmente fue él quien dejó de colaborar en una ocasión y entonces yo publiqué una nota terrible que se anunciaba como un panegírico ante su “muerte”. Yo había estado realmente incómodo con Alexis porque consideré que a él se le habían subido los humos a la cabeza y trataba a la revista de manera desconsiderada.

Abro un paréntesis para decir que la revista Vetas es una escuela. Para mí en lo personal es una universidad. Para ciertos colaboradores es una escuela. Jimmy Hungría ha reconocido que su formación de escritor se la debe a Vetas. Alexis Peña tuvo que decirme en una ocasión que parte de lo que él es se lo debe a la revista Vetas. El historiador Alejandro Paulino Ramos me ha dicho en muchas ocasiones que en gran parte su nombradía y su avance en la calidad de su redacción se la debe a esta revista. No sé quién más..., pero estoy seguro de que esta escuela que es Vetas no lo ha sido sólo para esos escritores que menciono, sino además para otros que pueden o no reconocerlo. Antes de cerrar el paréntesis quiero decir que uno tiene que regodearse de las cosas que le gustan. Resulta que el novelista Manuel Salvador Gautier ha dicho, en más de una ocasión, que yo, como escritor, he ejercido influencia en su forma de escribir. ¿Estás entendiendo? ¡Que soy uno de los escritores que han ejercido influencia en él! ¿Estás entendiendo, Faustino Pérez? Lo que dice él es que así como unos escritores, por su calidad o por sus características, ejercen influencia en otros, que se ven precisados a reconocerlo, así lo que escribo ejerce influencia en ese escritorsazo que es Doi Gautier. Vivo tan orondo por esa afirmación de Doi que para caber por las puertas normalmente lo que prefiero creer es que él es un jabladorazo, ese maldito degraciao. Cierro el paréntesis.

Hay otros que no han necesitado a Vetas como escuela pero que han pasado por nuestras filas y hemos caído en desgracia de ellos y no son ellos los que han caído en nuestra desgracia. Está el caso de Rita Hernández, a quien también se le subieron los humos a la cabeza y lo que parece es una chimenea de ingenio azucarero. Ahora mismo, en estos momentos, hemos caído en desgracia de Pedro Conde, que está encojonado con Vetas y yo creo que él no tiene razón. Fuera de las bromas y las chanzas que son utilizadas en nuestras páginas yo he tratado a Pedro Conde con absoluto respeto. Él tiene una columna en su correo electrónico denominada “Botella en el mar”. Nosotros no publicábamos todos los textos que nos llegaban de “Botella en el mar” pero sí los que podíamos, porque él escribe más columnas que ediciones de Vetas. Pero resultó que Pedro comenzó a colaborar con Clave Digital, y Clave Digital comenzó a publicar todos los textos de “Botella en el mar”, además de otros artículos que él escribe para ese medio. Le pedí a Pedro que quería algunos trabajos exclusivos para Vetas pero el caso es que de un tiempo a esta parte hemos sido excluídos del correo de Pedro. No se comunica con nosotros ni siquiera por el correo masivo que tiene. Estamos en desgracia. Algunos textos de él nos llegan de refilón, porque lo reciben otros y nos lo reenvían. Yo, que soy un poco timorato, no me he comunicado adecuadamente con él y estoy lamentándolo porque él es un valioso colaborador.

Hablábamos de Adrián Javier. Ahora mismo yo estoy en desgracia con él, después de todos los pleitos que hemos tenido habíamos mejorado las relaciones pero en los últimos años no me visita. Me mandó a decir con alguien que tenía una entrevista que tú le habías hecho en uno de tus blogs y quería que yo la reprodujera. No he tenido tiempo de discutirlo siquiera con él porque no nos vemos para conversar. Hace poco iba en un carrazo por la calle Padre Billini, yo iba a pie llegando a la Isabel La Católica, me miró con sorna como se mira a ciertos peatones, aceleró su vehículo y se alejó. Hace poco lo vi en el Palacio de la Esquizofrenia y cuando vio que yo llegaba pidió la cuenta y se marchó. Pero tengo que aprovechar para decir que Adrián es un héroe, es un escritor con unos diez libros publicados, casi todos de poesía, trabaja como el que más y es, en fin, uno de los mejores poetas de su generación.

Un caso muy especial es el de Juan Freddy Armando, quien tiene una campaña entre nuestros amigos comunes acusándome de que soy su enemigo o algo así como que yo siempre soy enemigo de alguien. Desgraciadamente la enemistad es una práctica en el mundillo cultural. Puedo demostrar donde quiera que he sido un buen amigo de Juan Freddy. Me concedió una entrevista que yo destaqué en la portada de la revista, publiqué en la misma edición varias páginas con sus valiosos textos literarios, inéditos, cuentos y poemas. Posteriormente publiqué en varias ediciones ensayos, cuentos y poemas de él, incluso textos que a mí no me gustan. Es una práctica de un editor como Vetas publicar textos con los que necesariamente no está personalmente de acuerdo, que no son de su agrado, pero que tienen su valor para otras personas. Mis amigos saben que tengo escrito un libro que próximamente será publicado, mi “Nuevo Diccionario de Dominicanismos”. En varias ocasiones rogué a Juan Freddy que me invitara a su actividad cultural en la Biblioteca República Dominicana, los llamados “Jueves de la República”, que era un espacio idóneo para promover el libro que está en proceso de edición. A ese espacio fueron invitadas importantes personalidades de la vida nacional. Yo quería ir como un simple autor, pero no fui considerado como alguien que tenía calidad por su director. Yo no era invitable. También suceden con Juan Freddy cosas que parecen nimias pero que afectan unas buenas relaciones. En cuatro ocasiones le solicité un dato, un simple dato, que era la dirección electrónica de alguien, una amiga común, que me interesaba obtener. Cada vez me dijo que sí, que me daría ese dato. En una última ocasión le hice la solicitud por escrito. No respondió. Creo que su irresponsabilidad y su irrespeto hacia los amigos o a los que nos consideramos amigos de él raya en el egocentrismo más inútil. Si tomas a Juan Freddy y lo colocas en el egocentrímetro el aparato se rompería en mil pedazos. Juan Freddy vive en las nubes, es decir, muy por encima de sus amigos, sobre todo de los amigos que él considera que deben estar a su servicio, con una bandeja siempre en las manos. No soy su enemigo. No sé si él es mi amigo o cree que es mi señor.

Ocasionalmente teníamos la colaboración de Andrés L. Mateo pero él se ha retirado. Ocasionalmente teníamos la colaboración de Frank Moya Pons pero él se ha retirado.

Vetas continúa editándose. Nosotros no le andamos atrás a nadie, quien se quiera retirar no tiene las puertas abiertas, porque Vetas es un edificio sin puertas ni ventanas, sencillamente se aleja y cuando uno se viene a dar cuenta no ha dicho ni adiós.

Según tú recuerdes, ¿cuáles han sido los números más trascendentales de Vetas?, ¿o cuáles han marcado hitos o puntos de inflexión en la historia de la revista?

He dicho anteriormente que Vetas nació (en 1993) de la convicción de que en Santo Domingo había mercado que soportara un proyecto literario. Desde el punto de vista económico, quiero decir. Existe un organismo regional intergubernamental integrado por la mayoría de los países de América Latina, su sigla es el SELA. Se dedica a estudiar las coordenadas económicas para promover el desarrollo de la región. Así que en 1991 ó 1992 el Sistema Económico Latinoamericano, SELA, previó un aumento sostenido de la economía dominicana en todos los órdenes. En ese momento yo dirigía un periódico dirigido a las empresas de zonas francas del país, que tenía muy buenas perspectivas económicas pero no era lo que disfrutaba como profesional del periodismo. Por motivos que no viene al caso recordar ese periódico fue clausurado y yo inicié, como ya se sabe, la edición de Vetas, en 1993. El comunicador José Enrique Trinidad, que trabajaba en Profamilia, me dijo que si Vetas llegaba a cinco números yo quedaba loco. Efectivamente.

Cuando iba por el número nueve o diez comencé a visitar en su oficina a Frank Moya Pons. Estaba buscando el apoyo de gente que entendiera la importancia extraordinaria del proyecto en que estaba involucrado. Los historiadores y otros investigadores de las ciencias sociales tienen mucha conciencia de lo que soporta una revista cultural. Es sencillamente la base del futuro investigador. Sencillamente en Frank encontré a un cómplice.

Por otra parte, una característica fundamental de Vetas es una entrevista de fondo, amplia, en cada edición. Ese recurso, la entrevista literaria, había dejado de ser frecuente en el periodismo dominicano. En los años ochenta y noventa era difícil encontrarse con una buena entrevista. Como género periodístico aquellas labores que requerían un método, una faena trabajosa, no eran frecuentes en los medios, por lo que escaseaban el reportaje formal, de investigación, y la entrevista. Me proponía trabajar los dos géneros pero la decisión de entregar en cada edición una entrevista era definitiva. Te hablo del reportaje porque más adelante me referiré a ello. Como género periodístico te puedo mencionar la crónica, que tampoco es cultivada o es muy poco cultivada en nuestro país. Le hablé a Frank y él accedió inmediatamente a concederme una entrevista, que fue concertada con la presencia de una estrella de la fotografía como lo era la escritora española Pepa Acedo, fotógrafa oficial de la revista.

La edición en la que debía circular la entrevista a Frank Moya Pons era la número 13 pero no era verdad que le iba a poner ese número a una edición de Vetas. Te puedo decir que Zona Franca Ilustrado, el periódico que editaba anteriormente, llegó justamente a trece números y allí perimió. Entonces a esa edición la numeré 14, es la edición número 14 de Vetas y allí está editada la entrevista a Frank Moya Pons. Así que acabo de responder tu pregunta: el número trascedental de Vetas es la edición número 14, por varios motivos. En primer lugar la entrevista fue un trabajo que me satisfizo pues en ese trabajo se hacen revelaciones históricas importantes, desde el punto de vista periodístico es un buen texto. El personaje de la entrevista, Frank, se explayó en detalles que no habían sido expuestos sobre sus relaciones profesionales y con otros colegas suyos, es decir, con otros historiadores. En la tertulia de la librería La Trinitaria, cuando fue recibida la edición, los tertuliantes loaron el trabajo y concluyeron que la revista Vetas ya era una realidad en el ambiente cultural de Santo Domingo.

En 1997 participé como invitado al Festival Arte Vivo, de Casa de Arte, Santiago, y allí estuve tres días grabando entrevistas y tomando notas para la edición correspondiente de la revista. El resultado fue un reportaje sobre Arte Vivo y Casa de Arte que fue muy elogiado. Está, si mal no recuerdo, en nuestra edición número 32, de manera que con este dato doy también respuesta a tu pregunta y te digo que esa edición marcó un hito. Para mi gusto, otro reportaje dio mucha vida a una edición y fue el que redacté a propósito del Primer Festival Iberoameriano de Teatro, que creo que también se llevó a cabo en 1997 y no recuerdo en qué edición fue insertado. Y una crónica periodística, también para mi gusto, es la que hice sobre Ana Tomé, aquella excelente y bella mujer que fungió como directora del Centro Cultural de España. Creo que fue publicada en nuestra edición número 25, en la que también aparece la entrevista que hice a Enriquillo Sánchez. Es una edición que a mí me gusta mucho, por la presencia de Enriquillo Sánchez y de Ana Tomé.

Tengo que mencionar la investigación que hube de hacer el año pasado sobre la transformación revolucionaria que se ha producido en el Archivo General de la Nación en los últimos tres años. El reportaje fue bastante completo y refleja un momento en que el Archivo está en trance. Espero que sea un documento de consulta en el futuro y me satisface mucho la opinión de Roberto Cassá, quien me dijo que ese documento es un hito en su gestión al frente del Archivo. La investigación fue colocada en el número 82 de Vetas con fecha de julio de 2007.

Estos son, pues, los números más trascendentales de Vetas, aunque es una opinión unilateral, la mía. A mí me gustaría conocer la opinión de coleccionistas que conozcan nuestra trayectoria, pero no sé si tendré la oportunidad de saberla.

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